Cejas
Me sobrecoge abrir los ojos por la mañana y pensar que no estén ahí. Cosa ridícula, lo sé; pero no logro evitarlo. Despabilándome, inmediatamente llevo mis a manos al rostro buscando sentirlas. Y como si no fuera suficiente con ello, corro al espejo para terminar de convencerme de que están en su lugar. ¿De dónde me nació esta manía?, no lo sé, supongo que de antiguo. Alguna vez leí, no recuerdo en qué lugar, que la felicidad no está en las palmas de las manos si no en las yemas de los dedos Mi madre, mujer ceñida al hogar y a una eterna prisa, repetía el mismo ritual cada mañana, siempre en el quicio de la puerta, sacaba la lengua y hundía el dedo pulgar en ella, para que después, imitando a Iris Scott quien utiliza las yemas como pincel, formara dos arcos arriba de mis ojos. Así pues, me mandaba a la escuela con una cantidad suficiente de saliva en las cejas para que permanecieran en su lugar por unos minutos. Dicen quienes lo recuerdan, que cuando vine a este mundo, era yo