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Mostrando entradas de agosto, 2022

Desilusión

 Mantuve tu mentira, como el recuerdo conserva la costa de las caricias tras haber dejado puerto No es que el engaño creciera Puesto que todo artificio De por sí, germina grande Sólo dejé que viviera Toda razón me gritaba Que había que matar aquello Ilusiones causan penas No hay quimera razonada Costeando estoy mi invención ¡Deformada la mirada!”, ¡arrojándote  la falta! cuando de sobre lo sé, qué pecho sirvió de nido, de ilusión tan perturbada Alejandro Durán Ortega

Jacales

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  Hace unos días una persona me escribió el Messenger: “el fin de semana voy a tu jacal”, como el mensaje fue escrito, no puedo interpretar el tono con que esta persona lo pensó. Pero me dio pretexto para pensar en la palabra “jacal”. Dicha palabra viene “del vocablo nahua “xacalli”, con lo que se designaba una especie de choza regularmente humilde. Hoy en día lo mismo viene significando. Y pensando, pensé que efectivamente en un jacal habito; de hecho este jacal se encuentra en lugar que lleva el término en su nombre “Carbonero Jacales”. (Aunque Jacales quedan pocos y menos aún carboneros) Y aquí en este humilde jacal, alejado de la carretera y del centro del poblado; se cuenta con pocas cosas. Este jacal, sólo tiene, flores, manzanas y duraznos, columpios, risas y bailes. Contiene además pasos antiguos e historias profundas, están los jarros y platos acomodados según los amores de mi abuela, vigas labradas según las ampollas de mi abuelo y tíos. Están los chillidos de mi madre, y las

Merluza

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  Creo que no has muerto del todo, creo que me estás engañando. ¿Sabes? Yo había soñado tu muerte, y no me explico la razón de tu necedad. Supongo que vives en mí y así, mientras no muera yo, no morirás tú. Pensé que habías fallecido, pero estando parado en una esquina revisando mi bolsillo, el cual encontré falsamente lleno, te alcance a ver llamándome, al otro lado de la avenida. ¿Sabes? ¡Eres tan dulce! Francamente pensé en atravesar la acera y sentarme contigo todo la tarde, sostenerme en tú plática y tus caricias. Bien sé, que la cosa terminaría en cuestión ingrata. No, no te confundas, no soy malagradecido, he recordado con ansía las risas, la calma, lo convincente y todo aquello que me dabas a girones, y por ello te respeto, te añoro, pero tus dos filos se ciernen sobre mi cabeza. Y ¿Qué quieres qué haga? Te he amado como a nadie, te amé a tal grado de olvidarme de mi.