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Mostrando entradas de enero, 2014

Un paseo ciclista.

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Teclas Invitadas Jesús Lara Preciado* Y allí me encontraba, llegué temprano, después de muchos incidentes y pensando que el esfuerzo no valdría la pena, pues llagaría tarde. Pero mi familia no fue la única, había más despistados que antes que llegar retrasados, lo hicieron temprano; uno que otro se acercaba mí para preguntarme a qué hora daba inicio el paseo ciclista, y para salir de dudas nos acercarnos a un mordelón de tránsito. Mientras esperábamos que el paseo iniciara, vi llegar uno a uno, a más de cien ciclistas. Nunca había pensado en la diversidad en el ciclismo, desde pequeño me fue natural montar mi bicicleta y salir con mis hermanos a dar la vuelta a la deportiva de Villahermosa –ciudad donde crecí-, nunca me cuestioné el hecho de que en casa teníamos tres bicicletas: una de carreras –hoy llamadas por los amantes del deporte elegantemente de ruta-, una BMX y la clásica Vikingo. Pero fue hasta ayer que reparé en el hecho de que no sólo hay diversos tipos

Eso de los sobrenombres.

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La práctica de poner sobrenombres es algo muy común en todas partes y en todo estrato social. Los hay de todos tipos, desde el que enfatiza una característica física, hasta el que se refiere a una mental, o a una actitud, a un gesto, etc. En fin, que casi cualquier cosa sirve de pretexto para buscar y proponer apodos. Existen además quienes deploran la cuestión y hay a otros a quienes no les incomoda, incluso algunos son conocidos únicamente por su sobrenombre o apodo y no por su nombre real, tanto así que procuran guardarlos para la posteridad. Cuando vayan a Tulancingo, Hidalgo pueden observar saliendo de la Central de Autobuses, dos bancas de cemento donde los taxistas han procurado dejar su huella. Grabados en el cemento, uno pude preguntarse sobre las razones que llevaron a alguien a llamar a otro el "Me envidias" y también imaginar por las razones del sobrenombre del Matalocas. Además están allí plasmados, el Cachibombo, el Matute, la Cotorra, el Pestañas, el

El mercado

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Teclas Invitadas  Miguel Ángel del Río* El siguiente escrito es una aproximación inicial a un tema tan valioso en los ámbitos, social, antropológico y cultural. Venga pues esta somera reflexión al presente tema: Sábado medio día al sur de la metrópoli chilanga, entre gritos de “va el golpe”, silbidos el ambiente es perfumado por una amplia gama de aromas de esos que se destilan las hierbas, vegetales, frutas, legumbres, pasando por especies, alientos preparados, cloacas, agua estancando y aquellos exhalados de todo cuerpo humano vivo, si ese es el preámbulo de nuestro “día de mercado” para ese bendito placer  alimentario. De extracto milenario los mercados de abasto del alimento para cada comunidad, colonia, ciudad o pueblo son una en tiempos modernos ya una rara tradición. La variedad de productos, extensión y gama dependen del día especial destinado para el llamado día denominado “de plaza”. Generalmente se conserva el resto de la semana un núcleo de comercios y puest

Chulangolandia

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Teclas Invitadas 2  Mariel Araujo Escutia* Habito un sitio donde se ha hecho valer más una seguridad artificial gracias a un par de nalgas paradas que el ímpetu por ser y estar en el momento. Donde la gente "es más" por un papel que acredita estudios de nivel superior sin tener ni idea del cómo explicar y por qué ocurren cosas tan simples como el ciclo del agua. El lugar en que mientras más dinero gastes, eres más exitosx. El lugar en que no importa cuánta gente pisotees y humilles en el "camino al éxito"; siempre y cuando logres tener más dinero y llenarte de cosas materiales que de nada servirán cuando llegues a otro mundo en donde ni todo el petróleo arábigo y todas las libras esterlinas valen más que una nube.  Vivo en el país del descontento eterno con el gobierno. Ese que desde la conquista europea ha jodido a los más jodidos, llenándonos el buche de piedritas generacional y hereditariamente.  Vivo en el país de las manos fuertes, los pies ca

Teclas Invitadas.

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ÉSTE YO LO PAGO En este lugar maldito, donde reina la tristeza, no se castiga delito, se castiga la pobreza.[1]     − Jaque mate. ¿Qué le pasa mi Eloy? Ya tiene rato que no da una, hasta se me hace que me está dejando ganar−. Dijo el Árabe con una sonrisa en su enjuto rostro y una taza de nescafé en la mano. Era una tarde como cualquiera, pues las tardes así son en la cárcel: son cualquier cosa, con el tiempo varado en su transcurrir, anclado en ninguna parte. Sólo se sabe que atardece porque llega la pinche hora de pasar la lista y la luz del día desaparece poco a poco. En el atardecer se recrudece el encierro porque las rejas de las crujías se cierran hasta la mañana siguiente... perdón, ya no son crujías, ahora se llaman “dormitorios”, los presos ya no son prisioneros, son “internos” y la penitenciaría del Estado ahora es el “Centro de Readaptación Social”. ¡Pinches mamadas! Pues como dice el dicho “aunque la jaula sea de oro, sigue siendo prisión” y

Diversiones de chiquillos.

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Burro XVI  Allí estaba uno, con mochila al hombro o portafolio de ataúd (el cual también servía de asiento) en la escuela primaria o secundaria; y sí, sin celular, sin agua embotellada, sin laptop, sin toallitas húmedas, sin gel antibacterial, sin bullying, y tantos otros "sin". Sonaba aquella chicharra estruendosa y comenzaba el recreo, (parece que ahora salen a algo llamado "break"). En fin, alguien organizaba y se decidía: partido de fútbol con botella de frutsi rellena de papel como balón, trébol, burro tamalero o burro XVI, (No, ninguna referencia a ningún presidente). Ganaba el burro XVI, pues ahí nos tenías escogiendo a quien la haría de burro, para lo cual se utilizaban varios métodos, o bien el clásico "chin cham pu" o "el zapatito rosa, zapatito azul" o "piedra, papel o tijeras" o por últimas de plano agarraba uno al que se dejara. Aquel burro tomaba su posición, agachado y con las manos en la nuca. La fila de salt

Cuentos mestizos de la Sierra Madre (2a Entrega)

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Como habíamos señalado, (primera entrega) este cuento corresponde a la serie de relatos exagerados que se escuchan entre los habitantes de la parte serrana de la Huasteca veracruzana. Regularmente son narrados entre amigos y en tono de competencia, y su efectividad radica en el absurdo e inverosimilitud de los hechos que narran. Son relatados casi siempre en primera persona, haciendo del narrador el  protagonista o el supuesto observador directo del hecho.  La Batalla Sucedió cierta tarde que un pastor de ovejas después de haber cuidado todo el día su rebaño, decidió regresar al corral para encerrarlo. Aquel pastor condujo al grupo hasta un arroyo donde existía un estrecho puente el cual debía cruzar para dirigirse hacia su casa. Una vez que llegó al puente se encontró con que otro pastor conducía sus ovejas en el sentido contrario. Aquellos dos rebaños quedaron frente a frente sin que ninguno de los dos pastores concediera el paso. Para agravar la cosa, los pastores az