El mercado
Teclas Invitadas
Miguel Ángel del Río*
El siguiente escrito es una
aproximación inicial a un tema tan valioso en los ámbitos, social,
antropológico y cultural. Venga pues esta somera reflexión al presente tema:
Sábado medio día al sur de la
metrópoli chilanga, entre gritos de “va el golpe”, silbidos el ambiente es
perfumado por una amplia gama de aromas de esos que se destilan las hierbas,
vegetales, frutas, legumbres, pasando por especies, alientos preparados,
cloacas, agua estancando y aquellos exhalados de todo cuerpo humano vivo, si
ese es el preámbulo de nuestro “día de mercado” para ese bendito placer alimentario.
De extracto milenario los mercados
de abasto del alimento para cada comunidad, colonia, ciudad o pueblo son una en
tiempos modernos ya una rara tradición. La variedad de productos, extensión y
gama dependen del día especial destinado para el llamado día denominado “de
plaza”. Generalmente se conserva el resto de la semana un núcleo de comercios y
puestos en el espacio que alberga el alma del mercado y este se ve enriquecido
con productores o comerciantes que llegan a ofertar una inmensa variedad de
productos o servicios.
Caminando por entre pasillos de un
viejo edificio Porfiriano, encuentras especies, “cd” con películas de estreno
montadas aun en una sala de cine “por solo 15 pesitos”, según pregonan, “no
pague el cine de a 60 varitos” pasas también por una rica variedad de sal acidulzada multicolor
cuyo destino final es una suerte de cubierta para “jicaletas” “chamoyadas” o
“micheladas”.
Una vuelta a otro lado para ver sirios,
veladoras “curadas” collages de ajos, sábilas, imágenes religiosas y semillas
de pino, mejor conocidas como “Ojo de venado” especial para la protección
personal contra malos espíritus, para encontrar trabajo, para que regrese el
amor para que no regrese, en fin todo te lo preparan, en ese mismo espacio
ofrecen servicio de temazcal con “SPA” masajes holísticos, armonización con
cuarzos y más “uste pregunte“, “se echan cartas también” alcanza a decir un
personaje con pinta de neo chaman, ecléctico, globalizado.
Otro giro en los corredores para
toparse con coladores, trinches y cuchillos, con el hombre afilador del metal
dispuesto a dejar como navaja de obsidiana la hoja metálica de este instrumento
a veces de cocina, otras tantas herramienta para el trabajo y hasta en
ocasiones artefacto para lavar afrentas personales o porque no para quitar la
vida. Al lado de estos espacios los expendios de carne y hay una buena variedad
lo típico res, cochinito, borrego, pollo, guajolote, conejo hasta productos
atípicos para presupuestos más amplios o excentricidades gastronómicas cercanos
a lo gourmet búfalo, avestruz, jabalí, venado, víbora, caimán.
Los mercados son espacios vivos,
plagados de folklore y cultura, es aderezado diariamente por personalidades,
espacios, ingenio, la creatividad de una mercadotecnia tacita y empírica, esa
que solo se adquiere en el batallar del día a día por subsistir e intentar
obtener el “gasto del día”. Desde luego todo lo que comúnmente vas a buscar al
mercado, servicios, productos o calmar la solitaria.
En estos tiempos de reformas,
trivialización y desfragmentación de nuestra cultura por la ausencia de memoria
cultural, merece la pena el esfuerzo para dejar de consumir en los llamados
super, hiper, mega mercados de las cadenas trasnacionales, que con malévolos
planes mercantilistas y artilugios de
marketing nos escamotean nuestros hoy escasos pesos. Consumir en los mercados
en totalidad puede permitir a reconstituir socialmente la economía de manera
solidaria con nuestros semejantes nacionales, no necesitamos seguir engordando
las cuentas bancarias de los empresarios dueños hasta ahora de una parcialidad
de nuestras vidas y de este país.
*Miguel Ángel del Río, es Licenciado en Pedagogía, además de un buen amigo y constructor de palabras.
Imagenes: http://www.diarioimagen.net/?p=49349
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