Bienvenidos a "La Gloria"

Alejandro Durán Ortega

Encumbrada en el Valle de Perote, se encuentra "La Gloria", pueblo místico que de entrada recuerda a la Comala de Pedro Páramo. Algunas de sus calles, rincones esquinas parece se han detenido en el tiempo y esperan ansiosas algo, alguien que las despierte. Pero en otras de ellas la modernidad se asoma y nos deja entrever que algo ha cambiado, aunque no del todo.

Es por demás decir que La Gloria tiene ese encanto misterioso de los pueblos del ayer que viven hoy. Esos pueblos que se niegan a abandonar del todo su pasado. El andar por sus calles rememora el entrar del siglo XX y si se tiene imaginación puedes atestiguar como el pueblo entero huele a ese pulque que en barricas era mandado al Puerto de Veracruz. Huele además a pan antiguo, de ese que era amasado a base de sudor y esfuerzo y del que hoy todavía quedan maestros.

El frente de la capilla de la vieja hacienda de Cuauhtotolapan se alza gloriosa como claro ejemplo de las cosas pasadas y nos grita al oído secretos tal vez otrora inconfesables. Los muros de la antigua hacienda guardan silencio y fueron testigos de batallas revolucionarias que resuenan como ecos en cada marca de proyectil dejada en su faz. 


Por el paso de las calles, se puede observar aquel viejo letrero que anuncia los cigarros Del Prado, hoy creo, desaparecidos. Las barricas de pulque sobreviven pero ahora trocadas en mini bares. Pero como algunos habitantes conocen de Historia, saben la importancia de la memoria, por eso atesoran objetos de antaño, objetos dulces y objetos agrios que comunican dulces o agrios mensajes. Será por eso que doña Teodora y su esposo Roberto, conservan cosas. Será que las cosas se pueden querer o hasta amar, como dijo aquel loco, en aquel diario escrito por él:


"Como era rico, buscaba muebles antiguos, y objetos viejos; a menudo pensaba en las manos desconocidas que habían palpado esas cosas, en los ojos que las habían admirado, en lo corazones que las habían querido, ¡porque se quieren las cosas!... ("La cabellera" Guy de Maupassant) 


Sea por lo que fuera allí en esa casa tan hermosa de doña Teodora y Don Roberto se pueden admirar los alforjas, que tal vez algún caballerango llevó y en ellas guardó papeles, papeles importantes, tal vez monedas u otras cosas de valor. Podemos imaginar que contuvo  las ganancias por la venta de pulque de la hacienda, cosa que era importante defender y por ello los rifles eran necesarios. Rifles que deben, deben vidas o deben muertes según se quiera ver. 

Libros, cámaras, llaves, planchas y lo que resta de una carreta existen todavía en La Gloria, tal vez por ello guarda ese olor de antaño y de sabio. De cualquier forma, esperamos que estos objetos decidan quedarse allí, y nunca irse tal como lo hicieran alguna vez los que pertenecieron a aquel enfermo que aseguraba que sus cosas había huido de casa: 
"¡Era una cosa emocionante! Me escondí en un bosquecillo, y allí permanecí agazapado, contemplando aquel desfile de mis muebles, porque se marchaban todos, uno detrás de otro, con paso vivo o pausado, de acuerdo con su altura y su peso. Mi piano, mi magnifico piano de cola ... los cepillos, la cristalería, las copas en las que la luna ponía fosforescencias de luciérnagas. ("¿quién sabe?" Guy de Maupassant)


Muchas gracias a la gente de la Gloria por recibirnos. 

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