Sobre las cabras en dos patas y la postura del Gobierno Federal sobre la Minería y el Fracking

Entre los cuentos de Francisco Rojas del libro “El diosero” aparece “la cabra en dos patas” maravilloso relato donde Juá Shota (indio otomí), recibe una oferta monetaria por su hija. La hija, llamada María Agrícola, fue nacida en lugar agreste y una vez crecida dedicaba sus días a cuidar chivas y poseía como toda criatura, belleza propia. “Sus carnes cobrizas asomaban por entre los guiñapos que vestía, la cara chata hacia marco a los ojos de cervatilla y su cuerpo elástico combinaba líneas graciosas con rotundeces prietas.” (Rojas, 2005:86) En el relato, María Agrícola se convierte en objeto de deseo de cierto ingeniero minero que llegó a instalarse (con todo y esposa blanca y de ojo verde) frente al hogar de Juá Shota.



La tierra mexicana actual se parece en gran medida a María Agrícola, deseada por empresas de distinta índole, sobre todo mineras.

 María Luisa Albores González, secretaria de Medio Ambiente y Recursos Naturales, informó que durante el periodo neoliberal, alrededor de 75% de las concesiones mineras se otorgaron a empresas extranjeras. Agregó que en el acumulado histórico, más de la mitad del territorio mexicano, es decir, 117.6 millones de hectáreas, ha sido concesionado a mineras. (https://aristeguinoticias.com/1905/mexico/mas-de-la-mitad-del-territorio-mexicano-ha-sido-concesionado-a-mineras-semarnat-enterate/)

Nuestra tierra actual, nuestra María Agrícola tiene precio sobre sí, no sólo tiene precio si no que se pretende que dicha “concesión” es legal. La palabra concesión, resulta interesante en su etimología puesto que ésta deriva del latín: “consentio” y “significa acción y efecto de dar el paso a quien tiene más autoridad.” Cosa curiosa, porque si uno alegara que la tierra es de las comunidades o que éstas jamás se enteraron de que sus territorios ya estaban “concesionados”; algún administrador de la riqueza nacional podría argumentar que esto no importa, porque la concesión ya está hecha, es decir, ya dimos esa tierra a quien tiene “más autoridad”. Sería importante preguntar ¿y quién demonios decide quién es el que tiene más autoridad sobre la tierra?

Cierto es, que el actual Gobierno Federal no realizó ninguna de esas concesiones, pero también lo es que tampoco hace mucho (porque no quiere, o porque no puede) por derogarlas, detenerlas o enfrentarlas. Por supuesto, para la “4T” el costo político - económico de enfrentarse al gran capital podría ser devastador.  Y el hecho resume de manera adecuada quién, en realidad debe “concesionar”, es decir, quién debe ceder el paso a quién y quién tiene “más autoridad.”

La postura del ejecutivo frente a los proyectos de explotación minera a gran escala o el uso del fracking (por ejemplo) es ambigua. Mientras AMLO afirma que no se darán concesiones mineras y a pregunta expresa que si se van a proteger (de las mineras extranjeras) las zonas de litio responde cosas como:

Vamos a ver qué importancia tiene, mejor dicho, qué beneficios tiene para la nación, pero los recursos naturales de México, tienen que beneficiar al pueblo de México. Decía el general Cárdenas que el que entrega los recursos naturales del país a extranjeros, es traidor a la patria”, concluyó el Jefe del Ejecutivo.       

(https://www.jornada.com.mx/notas/2021/03/11/politica/ninguna-nueva-concesion-para-explotacion-minera-ratifica-amlo/)

Por otro lado, se despotrica desde el Gobierno Federal contra los opositores al Tren Maya o peor aún se intentan a echar andar proyectos donde el fracking sería necesario, para hacerlos económicamente viables.

Bajo la dirección de Octavio Romero Oropeza, la empresa Petróleos Mexicanos (Pemex) regresará a Chicontepec, un yacimiento terrestre que fracasó en sexenios anteriores y que requiere de fractura hidráulica (fracking) para extraer gas y petróleo, técnica a la que se ha opuesto el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO). (https://www.forbes.com.mx/negocios-romero-oropeza-pemex-chicontepec-proyecto-fracking/)

Estamos pues, con nuestra María Agrícola, amenazada, ofertada, vilipendiada, y pues, no vaya a ser que entre tantos dimes y diretes las comunidades se cansen y decidan que las que tienen más autoridad sobre sus propias tierras sean ellas y, entonces la cosa puede dejar mudos a muchos.

En el tendajón de Juá Shota el ingeniero minero ofrece 10 pesos por la hija del primero, sube la oferta a 20 y luego a 25… el deseo del ingeniero por María Agrícola lo lleva a exasperarse, y le explica al indio que es para mejorar su raza, que está pagando el silencio y que se trata de un buen negocio por una cabra de “dos patas”.  Es entonces cuando el indio responde:

“- Te voy a enseñar a tu mercé a tratar ganados- dijo pachorramente el otomí, mientras sacaba una bolsa gruesa del cajón del mostrador-. Aquí hay cien pesos en cobres…y como yo creo con tu mercé que las cruzas son buenas, quisiera yo también mejorar mi casta. Pero la mía, no la ajena. Cien pesos te doy por tu mujer. Tráimela, yo no pongo condiciones… Aunque me arañe, me muerda y me patié. Yo no pago el silencio, eso te lo doy de ribete; puede tu mercé contarlo a todo el mundo. Tampoco te pido que la bañes, déjamela así.

Entonces el que permaneció en silencio fue el “ingeniero”.  (Rojas, 2005:90)

Alejandro Durán Ortega

 

  

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