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La Hoa Roja de Miguel Delibes

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  Después de dos meses, he acabado de leer “la hoja roja”, novela de Miguel Delibes. Texto que tienen como protagonista a un hombre mayor, en este caso, el viejo Eloy a quien le ha salido la “hoja roja”. Por lo que entiendo y por lo que también me han confirmado, ciertos paquetes de hojas para envolver cigarros incluyen una de color rojo, con la intención de avisarte que ya sólo quedan cinco. La hoja roja se convierte así, en un aviso del término del paquete y en el caso de Don Eoly, protagonista de la novela, en aviso del poco tiempo que le queda en la vida. La novela inicia precisamente en la ceremonia de jubilación de Don Eloy, donde la entregaran una medalla por su labor en el servicio público La jubilación, todo lo cambia, Don Eloy se ver reducido a su casa y la convivencia con su sirviente “Desi”, chica con cultura pueblerina de la España de la primera mitad del siglo XX. La novela va a girar en torno a estos dos personajes; por un lado, las preocupaciones de don Eloy por s...

La salamandra y la neblina

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  26 de junio de 2025 Como resbaladizo lomo de salamandra, así se muestra la neblina que adelanta silenciosa y escurridiza, abrazando todo lo que a su paso encuentra. En el imaginario indómito de la sierra el tlaconete es acusado de ser macho cabrío que embaraza mujeres. Dúo incomprendido; carente de pelo escama o plumas; salamandra y niebla adelantan: una se dirige a extender su manto sobre estos montes y la otra a su ocaso. Alejandro Durán Ortega   

Ave en mi ventana

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  Te posas en mi ventana y no sé qué decirte; más aún, no sé qué me indicas. Pretendo que sólo buscas cobijo por la cálida lluvia, pero en realidad tu pluma impermeable se extiende arropando mi voluble pensamiento. Te acicalas y el movimiento me abstrae por un momento. Se esfuman entonces las demandas de falso éxito que me atribulan, desaparece el deseo de trascender que a todo humano le acaece frente a la muerte. Todo está ahí, nítido en tu plumaje y meciéndose en tu movimiento, no necesitas nada y no deseas nada, porque ya eres. Alejandro Durán Ortega

Lluvia

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    Cómo puedo con flacos sonidos, dar cuenta del contento que produce la lluvia. Pretender aquello, es tratar de deshilar nubes para hacerte un traje. Cómo puedo trasferir la esperanza sentida de la reseca tierra, por el retoñar verde, anhelo de madres y labradores. Sin embargo, sólo mi lánguida lengua tengo. Agua graciosa, te amoldas en cualquier pecho que quiera se cuenco; amante secreta del reino fungi; relación hecha de afonías y tácitos pactos. Cómplice del oído del sapo que, al escuchar tus húmedos tambores, sabe que es hora del amor y emerge escandaloso entonces, gritando sus ansias sin pudor. Caricia secreta para el colibrí que detiene su afán y con ella entra en letargo. Artífice del buen gusto, cubres de infinitos cristales las acículas que reflejan universos infinitos. Lluvia, abrazarte quisiera como infante. Alejandro Durán Ortega

La IA y todo lo demás

  La IA; puede ser muy objetiva al respecto de la biografía de un autor, pero no podrá dar cuenta de su vida; es decir, podrá arrojar argumentos como “María ha ejecutado esto”, pero nunca podrá decir con “yo conocí a María”, con un dejo de suspiro en la voz.

La prensa

  Leo la prensa, el día a día, y día a día me voy enterando y no sé si hago bien en leer, porque mi alma se llena de coraje, tristeza y vómito, todo junto. Acá, un centro cultural que destruyen para poner un estadio; por allá, una organización de maestros que reclama algo que se prometió y no se cumplió. De un lado, un líder con formas nazistas que apela a la idea de “defensa la nación” para aplastar a humanos que no concuerdan con sus expectativas económicas y culturales; del otro lado, una lideresa que no contesta preguntas directas y ronda en culpar al pasado, quitándose olímpicamente la responsabilidad actual. Mejor reculó la lectura del diario y entro a las redes, aparecen entonces los mensajes banales de siempre, y entre ellos las solicitudes de ayuda para encontrar al desaparecido, los gritos de la madre que busca a la hija, pero veo que el muchacho haciendo alguna idiotez y la muchacha enseñando el culo, tienen más vistas. No puedo evitar pensar que hace años tenía una espe...

El barrio

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El barrio se despabila. Aquellos que han amanecido con resaca se agolpan en el puesto de jugos esperando su polla o algún otro remedio que cure la tembladera. A pesar de toda la modernidad embarrada a tramos, Mesoamérica se le impone al barrio. El vapor de la olla de tamales se levanta hambriento por alcanzar el cielo y el plato de chilaquiles colocado en plato desechable parece ofrenda; será porque en sus venas corre sangre de maíz y chile. Por allá alguna madre apresurada va por el jamón que hizo falta para terminar la torta para el niño, que amodorrado espera en casa para luego salir tarde hacia la escuela. Por acá, los choferes de microbús se juntan en grupos con charlas disímbolas, “el Toluca campeón”, “la Clara es pendeja”, “el choque de ayer”. Las aves, ajenas a todo ello bajan rápidamente por alguna migaja. El camaleón, personaje eternamente drogado, camina entre los micros pateando las basuras y nadie, se pregunta por el qué piensa; se ha vuelto una figura decorativa, en su in...