Sobre las lides cristianas
Veo todas las tardes a mi madre y padre, alrededor de su libro sacro, detenidos en la parte de “vísperas”, rezo obligatorio para diáconos permanentes. Veo su devota manera de pedir “por todos”, incluso por los que nos hicieron daño. Repaso mi vida y me recuerdo arrodillado, a los 12 años frente al Santo Sacramento, en vigilia de adoradores nocturnos. Yo no quiero ser Tarcisio, mea culpa, mea culpa. El templo calmo, y la débil luz rebota brillante en esa oblea que no es pan. Desde el aquí y ahora repaso el nombre de los once que venían con Fray Martín de Valencia, me detengo en Motolinía, y el corazón descansa; más no es suficiente, me obligo a voltear al otro formidable fraile, su nombre sigue rezumbando en Chiapas. Recorro mentalmente el camino, franciscanos, dominicos, agustinos, jesuitas y es forzoso detenerse nuevamente; el clero secular sigue vivo, el regular sobrevive.
Hidalgo ya no es el mismo, nos lo volvieron estampa con cabeza de anciano venerable, (muy parecida a la de un líder actual) nada queda en esa imagen del rebelde, del, solidario. ¿Y los eclesiales de base? No tengo presente su existencia actual, pero me atosiga la santidad impuesta a Arnulfo Romero. Seguro estoy que la rechazaría.
Me detengo
en la nota del periódico, y recuerdo el sonsonete de Silvio. “me pareció que
ayer decía lo mismo”.
Los restos de 215 infantes indígenas fueron
encontrados en una fosa común a las afueras de la escuela residencial de
Kamloops, en Canadá, que cerró en 1978 y fue parte del “genocidio cultural”
cometido por el país a los pueblos originarios, según el Proyecto Niños
Desaparecidos.
El hallazgo de la fosa común fue anunciado por
el jefe del pueblo Tk’emlups te Secwepemc tras encontrar los restos con ayuda
de un radar especial de penetración terrestre afuera del internado de Kamloops,
que formó parte de las escuelas residenciales canadienses, que para “integrar a
la población indígena a la sociedad” separaban forzosamente a los niños de sus
familias, les prohibían hablar sus lenguas y practicar sus tradiciones y los
educaban por medio de sistemas católicos.
Me obligo a seguir leyendo, aunque mi cabeza ya había volado
al libro de Mateo, “De cierto os digo
que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo
hicisteis.” (Mateo, 25:40). Es mejor no pensar; cambio de periódico, y
de país. Ahí está la declaración del obispo Salvador Rangel:
[…] en el municipio de Chilapa [Guerrero] “hace falta alguien con pantalones
para meter en cintura a estos rebeldes” y calificó como un show el movimiento
que han iniciado.
Es toda una homilía la frase del obispo. Queda claro que algo
faltó en los evangelios, (serán tal vez los apócrifos) o que simplemente algo
se les olvidó. Los pobres de la tierra, ahora cargan su pobreza y su
subjetividad colonizada, y si acaso alguno despierte y se revele, ahí estará la
mano firme de nuestro “vigilante”, de nuestro “supervisor” de nuestro “obispo”,
el que puede poner orden, del que (¡vaya que le quedó el nombre!) pretende ser... nuestro
“Salvador”.
Ya no creo en obispos, ni en salvadores, ni en curas, ni
monjas, ni rezanderas. Ni espíritus santos, ni pastores. Hace tiempo dejé de creer en el cielo y el infierno, en vírgenes
y santos mártires, más mantengo la existencia de Dios: A veces con Woody Allen pienso
que “Dios no juega a los dados con el Universo, juega a las escondidas.
Alejandro Durán Ortega
Comentarios
Publicar un comentario