Merluza

 Creo que no has muerto del todo, creo que me estás engañando. ¿Sabes? Yo había soñado tu muerte, y no me explico la razón de tu necedad. Supongo que vives en mí y así, mientras no muera yo, no morirás tú. Pensé que habías fallecido, pero estando parado en una esquina revisando mi bolsillo, el cual encontré falsamente lleno, te alcance a ver llamándome, al otro lado de la avenida. ¿Sabes? ¡Eres tan dulce! Francamente pensé en atravesar la acera y sentarme contigo todo la tarde, sostenerme en tú plática y tus caricias. Bien sé, que la cosa terminaría en cuestión ingrata. No, no te confundas, no soy malagradecido, he recordado con ansía las risas, la calma, lo convincente y todo aquello que me dabas a girones, y por ello te respeto, te añoro, pero tus dos filos se ciernen sobre mi cabeza. Y ¿Qué quieres qué haga? Te he amado como a nadie, te amé a tal grado de olvidarme de mi.



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