TECLAS INVITADAS
Ahora les dejamos un texto del buen amigo David Terrezas Tello, y recuerden mis "etnos", "socios", "filos" y demás camaradas que cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
Las Aventuras de Etnoman
Por David Terrazas Tello
Rodolfo Jaufil es becario de la Universidad Multicultural
de San Goloteo el Chico, pero esto es solo para disimular, ya que en realidad
tras su apariencia de estudiante de posgrado mezclada con la imagen de maestro
rural anarquista, se esconde su verdadera identidad.
Todo comenzó allá por mediados de los años setentas,
cuando nuestro héroe andaba perdido en el paraíso mazateco, se dice que después
de un sobredosis de combinada pajaritos-derrumbes-sanisidros,
Rodolfo pedía más y más, y buscando entre las barrancas de Santa Cruz se
encontró con un destiladero clandestino de aguardiente, en el cual se pasó una
semana entera, bebiendo la sangre de la caña fermentada, aderezada con un fondo
musical de un casete con rolas de rock bien grueso. Cuando despertó nuestro
personaje de su viajezote, se percató que podía adivinar los pensamientos de
las personas, lo que más tarde sería uno de sus más preciados súper poderes;
también descubrió que con su aliento aguardientoso podía emborrachar a sus
futuros adversarios en la lucha contra el crimen. Unos años más tarde agregaría
a su repertorio de súper héroe su famoso Zarape Volador de Saltillo, y la Caguama
sin Fondo, que junto con su morral de chavo banda, forman parte indisoluble de
su atuendo e imagen fantástica.
Después de ese viaje de iniciación, regresó a la Ciudad
de México, en donde se dedico a estudiar sociología por las mañanas, y por las
tardes a dar clases de yoga tolteca-chichimeca en su departamento de Polanco,
en donde de manera sagaz y astuta escondía la Etnocueva, lugar de reunión con
su compañero inseparable: el Chico Becario, quien le hacia sus ensayos para la
UAM-I y sus ponencias para los congresos sobre sociología de la complejidad, de
una manera magistral que solo la amistad desinteresada y la admiración y
respeto mutuo pueden dar. Se cuenta que la entrañable amistad entre ambos
surgió en la pulquería “El no lugar”… después de varios litros de curado de nopal,
sus miradas se cruzaron, sus corazones palpitaron al reconocerse entre iguales,
y aun sin saberse del todo, surgió una bonita amistad; es así como nace la
afortunada fusión Etnoman-Chico Becario.
Fue precisamente en la susodicha pulquería en donde
después de varios días de encierro y búsqueda, se estableció entre ellos la
Etnoseñal, para lo cual eligieron la imagen de un Tláloc Punk, sin importarles
las futuras demandas del INAH por el uso indebido del patrimonio. La Etnoseñal
a partir de ese momento sería disparada desde la Etnocueva a través de un cañón
que fue expropiado a la universidad en un momento de confusión.
Pasado un tiempo, la fama bienhechora del dúo dialectico
traspaso las fronteras, todo mundo hablaba de las hazañas de nuestros héroes,
que incluían el rescate de tradiciones que estaban a punto de perderse, apariciones
en teletones a beneficio de damnificados por las inclemencias del tiempo [en
donde no era raro que llegaran al llanto a moco tendido con tal de ganar
donativos], organizar conciertos a beneficio de alguna causa noble, enfrentar
granaderos en marchas anarquistas, patear efigies de malos gobernantes frente a
la prensa [con pose de altermundista recién salido de una tienda very nice], en fin: marchar gritando
como poseído, junto a los desposeídos.
Siempre que una causa políticamente correcta estaba a
punto de ser mancillada, se activaba la Etnoseñal, y de inmediato aparecía
nuestro héroe junto con su compañero de aventuras. No pasó mucho tiempo para
que el mal apareciera en la vida de estos justos héroes, y un día, casi de la
nada apareció el Neoliberal Enmascarado, pero esa, es otra historia.
Siempre que un niño de la calle quiera superarse, siempre
que peligre la tierra por el calentamiento global, siempre que algún raramuri-tzotzil-wirarika o anexas esté
en peligro de perder su identidad, siempre que algún chavo banda quiera ser
etnografiado para ser inmortal, siempre que un maestro rural tenga una nueva
consigna laboral, siempre que a alguien le falte voz para expresar su
descontento, ahí estará Etnoman y el Chico Becario: el mundo puede dormir
tranquilo.
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