Cochinillas y hormigas
Una señora
hormiga se atravesó por la pantalla de la computadora. Lo había visto antes con gatos (el hecho
de cruzarse), inclusive con pequeñísimas arañas que un día
invadieron el ordenador, ¡pero nunca con hormigas! En fin, que cruzó de un lado
a otro y luego regresó, sin embargo a medio camino se detuvo en una “A”
mayúscula. La letra pertenecía a la palabra “Aquismón”, sus patas oprimían la
“A” y la “s” y estuvo un largo rato tentando la palabra con las antenas sobre
todo a la “A”. Qué tendrá Aquismón que no tenga otra palabra me pregunté. O
acaso se interesa sólo por la “A”. Existen otras muchas palabras que inician
con A, inclusive existen palabras con A que también refieren a lugares, allí
está Aguacatitila por ejemplo, Agua Bendita, Aguascalientes Arroyo Grande, y
otros muchos lugares muy aatipicos. (No atípicos, sino aatípicos, es decir, que
típicamente inician con A).
La hormiga
después de rato se cansó de su estancia en la A y sin más miramientos atravesó
de izquierda a derecha y de arriba hacia abajo. La muy desvergonzada cruzó
palabras y letras bellas sin siquiera prestar un poco de la atención que le había
prestado a “Aquismón”. Allí estaba la palabra “morena” a la cual no le hizo
ningún caso, y miren que ésta es una de las más sustanciosas, llena de historia,
melancolía y deseo. Pisó algunos calificativos de los cuales no hice mucho
caso, pero caminó sobre “identidad” y “rural” sin la menor consideración, hizo
lo mismo sobre “valor” y “Mujer”. En ese momento me puse colérico y voltee mi rostro
hacía otro lado. De reojo observé que se retiraba y pensé que las hormigas no
son muy cultas ni conocedoras como dicen los cuentos.
Ante tal hecho
me dediqué a buscar algún otro insecto que apreciará más esas palabras.
Encontré en un rincón una cochinilla, al sentir mis dedos ésta se hizo bolita y
forzándola la puse sobre la pantalla, ¡vaya decepción! Ni siquiera se pudo
detener, por más que intentaba que viera las letras, las bellas palabras, sólo
rodaba una y otra vez de la pantalla al teclado encerrándose en sí misma. Por
fin la dejé en paz y pensé: ¡que encantadora es la hormiga!
Alejandro Durán Ortega
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