Breves apuntes sobre Imaginaria - Katy y el sentido de la libertad. El caso de Herta Müller
Erich Fromm
llama Necrófilos a aquellos que aman la muerte, pues bien, los necrófilos (que a veces se vuelven enemigos) se
atragantan de carne humana; unos y otros; pues en realidad, ni unos ni otros, pueden
de manera profunda, dar sentido a la guerra. Me refiero a cualquier guerra y a
cualquier necrófilo. Lo más lastimero es que éstos avanzan. Así pues, los
necrófilos utilizan falsas palabras con las que procuran disimular la avaricia
y cerrazón; verdaderos motores bélicos. Algunos despistados, resentidos e
incluso algunos prudentes, caen en la treta de las voces mentirosas que han
sido enmieladas con otras: “Justicia”, “libertad”, “patria”, “Dios”,
“democracia”, “protección”. Esos léxicos son vaciados de su contenido, para
rellenarlos de perversos fines. Cada una de éstos, fueron usados para convencer
de que se mataba, se humillaba, se deshumanizaba por lo adecuado, por la promesa de un futuro mejor, o de una
obligación nacida del bien. Pero no todos caen en la farsa, y aún más, entre ese
número, existen quienes señalan el engaño, lo desnudan, y con ello nos exponen
con firme convicción la verdadera naturaleza vergonzante de la violencia. De
esta condición es Herta Müller. Mujer enorme, de regular estatura, que abre sus
dolores para que los percibamos de cerca. Recurso del poeta que, sin querer
formar dogmas, proporciona el lado
oculto y con ello nos ofrece el reflejo, para luego ver y trascender.
30 de Abril 1945,
las tropas soviéticas avanzan sobre Berlín y lo controlan. Hitler, nuestro
villano predilecto, ha decidido, de forma concordante con su actuar, quitarse
la vida. El 1 de mayo lo haría también Gooebels. Dos personajes necrófilos de
la máxima importancia para entender aquella locura. El fin del infierno había
comenzado, terminaba la Segunda Guerra Mundial… Pero, y aquí el engaño, quitémosle la primera y tercera palabra a la
frase “Segunda Guerra Mundial”, que son las que le dan especificidad a ese
hecho histórico, eliminemos entonces “segunda” y “mundial”, y quedémonos con “guerra”; veremos entonces,
que terminaba la época de los campos de concentración nazi e iniciaba el fortalecimiento de los Gulag, o
campos de trabajo rusos. De una locura
harto sabida, pasemos a otra desconocida para occidente. Pero, salvemos diferencias, en los primeros, “campos
nazis” se buscaba la exterminación total
del “enemigo”, en los segundos, “los Gulag” se quiere aprovechar su fuerza de
trabajo. El resultado fue el mismo: millones de muertes.
De la fecha
señalada, (abril 1945) faltarían nueve años para que Herta Müller naciera (17
de agosto 1953). Ella no vivió en carne propia la experiencia de los campos de
concentración nazi, ni de los campos de trabajo rusos, pero sufrió las
consecuencias de los dos, los miró a través de su madre y de muchos conocidos
del pueblo natal que fueron deportados a los Gulag y de su padre perteneciente
a las SS, escuadras de protección hitlerianas y el cual vivió en el frente de
batalla los resultados de la imaginería nazi. Parece ser que en casa no se
hablaba mucho al respecto, según lo dice la propia Herta. La palabra se esconde en el silencio, pero
ello no quiere decir que ha muerto. Descendiente de dictaduras, palabras reprimidas
y silencios, así nació y creció Herta Müller.
Otra
condicionante se le imponía. Vino al mundo,
como toda mujer y hombre: “libre”, pero al nacer en país rumano, entre cultura
germanohablante, inmediatamente se le clasificó como minoría étnica. Y es que
al clasificar, se toman las diferencias entre una y otra cosa, se discrimina. En
ello, no existe condición ética, sino necesidad de orden, especulación
esencial; más, sí a ese orden, se le asignan valores, de mayor o menor, de
bueno o malo, entonces la discriminación se vacía del primer significado y se
le llena de prejuicio, la palabra
adquiere así, su segundo significado, el de trato de inferioridad, se discrimina
por motivos étnicos, religiosos, políticos,
de identidad etc. Herta es
discriminada, es pues, parte una minoría
étnica, de los llamados suabos del Danubio, grupo de origen alemán que se
asentó desde el siglo XVII y XVIII entre las fronteras de Rumania, Yugoslavia e
Hungría. Herta no se daría cuenta del hecho, hasta que éste, se le estampó en
la cara cuando tuvo que salir del pequeño pueblo de Nitchidorf, (donde en
aquello años había mayoría alemana), hacia la ciudad de Timisoara, lugar donde
realizó sus estudios de bachillerato primero y filología rumana y alemana en la
Universidad del Oeste después. Para todo ello, tuvo que aprender rumano y tuvo
que asumir la condición que la discriminación le había asignado: la de minoría
étnica.
Como si los ecos
del bidictadurismo consanguíneo y la loza de la discriminación étnica no le
fueran suficientes, Herta tuvo que cargar su propia dictadura, como maleta mal
acomodada cuando ya de por sí llevas suficiente. Así, cuando ella tenía 16 años, (1974) Nicolae Ceausescu era presidente de la República Socialista de Rumanía, aunque desde 1965 se desempeñaba como secretario general del Partido Comunista Rumano. El llamado “último dictador comunista”, se convertiría en uno de los principales
íconos de Rumanía
El régimen de Ceausescu se encuentra contextualizado en los brazos de la Guerra Fía del lado del bloque socialista, pero aunque la historia superficial comprende ese bloque como un todo, en realidad las diferencias entre el régimen Rumano y Rusia eran evidentes. Así, hubo una época de aparente apertura y acercamiento a los países occidentales, en 1968 por ejemplo Ceausescu fue el único del bloque socialista que protestó contra la invasión rusa de Checoslovaquia. Sin embargo, como todo necrófilo, tenía miedo de lo diferente, de la creación, de la vida y, contra ello y por ello se resguardó en el Securitate, el Departamento de Seguridad del Estado o Policía Secreta, quienes fueron responsables de la muerte de miles de personas en el país. El régimen de Ceausescu caerá en 1989. Su muerte es todo un espectáculo. Occidente degustaba la cena navidad y como postre tuvo la oportunidad de observar la ejecución sumaria del “último dictador comunista” y su esposa Elena.
En la peor época de Ceausescu, Herta trabaja como traductora en una fábrica de maquinaria. La securitate la visita, (muy seguramente por su pasado inmediato ligado a círculos de lectura y escritura, círculos dónde por cierto conoció a su marido) Tres veces le hacen sentir su presencia pidiéndole que “colabore”; el resultado es que Herta se queda sin oficina y sin amigos, éstos la consideran “delatora”. Se refugia, pero no cede, hace de las escaleras del edificio de la fábrica su oficina, y ahí, comienza peldaño por peldaño el camino al recuerdo, al futuro y sobre todo al ahora. Ahí, se le escapan las palabras guardadas por mucho tiempo, harto temerosas pero valientes. Ahí, Herta Müller se encuentra.
En la peor época de Ceausescu, Herta trabaja como traductora en una fábrica de maquinaria. La securitate la visita, (muy seguramente por su pasado inmediato ligado a círculos de lectura y escritura, círculos dónde por cierto conoció a su marido) Tres veces le hacen sentir su presencia pidiéndole que “colabore”; el resultado es que Herta se queda sin oficina y sin amigos, éstos la consideran “delatora”. Se refugia, pero no cede, hace de las escaleras del edificio de la fábrica su oficina, y ahí, comienza peldaño por peldaño el camino al recuerdo, al futuro y sobre todo al ahora. Ahí, se le escapan las palabras guardadas por mucho tiempo, harto temerosas pero valientes. Ahí, Herta Müller se encuentra.
Resumamos, Herta
Müller, carga bajo sus hombros, la dictadura nazi, la dictadura rusa, la
discriminación étnica y la dictadura comunista rumana. Yo me pregunto, ¿cómo
escapas de los necrófilos? La poeta nos lo muestra una y otra vez a través de
sus obras, pero quiero fijar especial atención en una: “Todo lo que tengo, lo
llevo conmigo” de Editorial Siruela. Este texto es un exorcismo, no sólo de
Herta, sino de todos los que sufrieron las condiciones de vejación en los
campos de trabajo rusos. Pero sobre todo, nos muestra como sostenerse libre en
un mundo donde lo inhumano es lo cotidiano.
El texto es compartido, pues está basado en las experiencias de Oskar
Pastior, poeta que conoció de primera instancia dichos campos de muerte.
El tren sale de
Rumanía y se dirige a Rusia. Lleva hombres y mujeres convertidos en animales o
cosas, “han sido deportados”. Después de transitar por un rato entre la
angustia y desesperación, el tren se detiene. Todos son obligados a bajar en
medio de la nieve, para que defequen. Se forman filas que en cuclillas se
disponen a hacerlo bajo la mirada vigilante de los guardias rusos y, entonces: “Uno gritó en medio de la vasta noche: He
aquí al pueblo sajón, cagando todos juntos.” He aquí, el grito del necrófilo, que
en realidad se traduce como ¡viva la muerte! del general Franco. Es el grito del
que se cree superior, he aquí el grito que viene del miedo que se traduce en
ira. No basta con exponerlos en silencio, hay que dejar claro quién es
pretendidamente superior a quién. El grito necrófilo es astuto, utiliza el desplazamiento de la agresión para poder
llegar a donde quiere. Este fenómeno implica que ha a falta de la persona o
cosa que hizo enfadar, la agresión se
desplaza a alguien relacionado a ella. Herta lo explica mejor en la novela:
“Ninguno de nosotros luchó en ninguna guerra, pero para los rusos, éramos
culpables de los crímenes de Hitler por nuestra condición de alemanes”.
La llegada a los
campos, no mejora la condición, hay un solo elemento que lo domina todo, Herta
Müller a través del protagonista lo llama “el Ángel del hambre”, y es que en
esos campos, “no existen palabras adecuadas para describir el hambre”. Es
necesario personalizarla, dar a cara a lo que siempre estaba con ellos. “Cuando
ya no tenía nada para cocinar, el humo serpenteaba mi boca. Encogía la lengua y
masticaba el vacío.” Así Herta nos describe el hambre.
En el campo, la
comida era cuidadosamente calculada,
cada cucharada de sopa, cada rebanada de pan era medida. Siempre lo suficiente
para no morir, pero siempre lo suficiente para mantenerlos con hambre. La
encargada de ello se llamaba Fenja, y el protagonista nos dice: “Nuestra hambre
observaba a Fenja con suma atención”…”Yo me humillaba y solía sentirme
repulsivo al hacerlo”.
Aparte del
hambre, está el orden, los necrófilos aman también el orden sobre otros, y esos
otros merecen ser reprendidos. A la vez lo necrófilos aman producir desorden,
porque sin él, no pueden reprender a nadie. Así que en las barracas se les
exige limpieza, pero no se les da lo necesario para ello. “Tienes piojos en la
cabeza, en las cejas, en la nuca, en las axilas, en el vello púbico. Y chinches
en el catre. Y hambre. Pero no dices: tengo piojos y chinches y hambre. Dices:
tengo nostalgia. Cómo si la necesitases.”
Así pues, en el campo, los piojos,
las chinches, el hambre son comunes,
como son comunes los golpes y la muerte.
De estos dolores
se hace cargo Herta Müller, nos los muestra con voz poética y reflexiva, y sin
embargo entre todo ello, entre todo el sufrimiento y desolación descritos en la
novela, aparece una esperanza, caricias, caricias de libertad, aparece la
biofilia. Asomos que indican que no es el necrófilo quien deshumaniza al otro
al vejarlo, al golpearlo, escupirlo, humillarlo; sino que al hacer todo ello,
únicamente se deshumaniza él mismo y, sigue por ello encerrado en todo su
dolor. Así pues se deshumaniza el violento, no el violentado, es pues un
proceso doble. Mientras uno se deshumaniza, (el violento) otro acaricia su
humanidad a través de múltiples caminos.
Uno de estos caminos, aparece en el capítulo dedicado a Imaginaria – Kati. Ella, Imaginaria Kati, llegó al campo de trabajo de forma rara. Pues su condición mental no era la adecuada para explotar su fuerza de trabajo, entonces se sospecha que alguien intercambio su lugar con ella. Se trataba de una niña a medias. Herta describe una escena dónde el ruso, bajo cuya responsabilidad se hallaba el orden del campo, ayudado de su bota, le estruja contra el suelo los dedos de la mano a Imaginaria Kati, que se hallaba sentada en el suelo a los pies de aquel. Imaginaria - Kati nunca pidió ayuda, no cedió, no podía hacerlo. Herta dice por ejemplo, que “el fantasma del hambre la asediaba como a todos, pero no invadía su cerebro”. Imaginaria – Kati nunca se rindió, incluso cuando le cortaron la larga trenza que tenía y en la cual se apoyaba para dormir, lloró, pero nunca se rindió. Imaginaria –Kati bailaba con quien quería, y no con los que la sacaban a ello.
Uno de estos caminos, aparece en el capítulo dedicado a Imaginaria – Kati. Ella, Imaginaria Kati, llegó al campo de trabajo de forma rara. Pues su condición mental no era la adecuada para explotar su fuerza de trabajo, entonces se sospecha que alguien intercambio su lugar con ella. Se trataba de una niña a medias. Herta describe una escena dónde el ruso, bajo cuya responsabilidad se hallaba el orden del campo, ayudado de su bota, le estruja contra el suelo los dedos de la mano a Imaginaria Kati, que se hallaba sentada en el suelo a los pies de aquel. Imaginaria - Kati nunca pidió ayuda, no cedió, no podía hacerlo. Herta dice por ejemplo, que “el fantasma del hambre la asediaba como a todos, pero no invadía su cerebro”. Imaginaria – Kati nunca se rindió, incluso cuando le cortaron la larga trenza que tenía y en la cual se apoyaba para dormir, lloró, pero nunca se rindió. Imaginaria –Kati bailaba con quien quería, y no con los que la sacaban a ello.
Imaginaria –
Kati sobrevivió porque su mente era libre de todo aquello, y sin más, podemos
decir que es el mismo procedimiento que ha usado Herta Muller para sobrevivir a
sus lozas, crea otro mundo, a la vez que denuncia, mujer completa, y valiente. Cuántas
Imaginarias – Kati necesitamos, nos urgen, para este mundo, pero sobre todo
necesitamos más Hertas Müllers Porque como ella misma lo dijo en este mismo
texto: “Cuanto más palabras nos es
permitido usar, tanto más libres somos”.
Alejandro Durán
Ortega
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