¡Vivan las mujeres! ¿Qué vivan las mujeres?
La noche de este 15 de septiembre se escuchó un grito diferente, un grito
actual, un grito histórico y de la máxima trascendencia. Como en la mayoría de
comunidades mexicanas, la noche del 15 de septiembre, se preparaba la ceremonia
conocida como “el grito de independencia” en la comunidad de Carbonero Jacales,
municipio de Huayacocotla. Los habitantes de los diferentes barrios que componen
la comunidad habían ensayado bailables tradicionales que presentaron de manera
digna; hubo también canciones interpretadas por músicos locales y se tenía
contemplado un baile para finalizar el evento.
Todo lo anterior, no sale de lo común que ocurre cada año con motivo de
dicho evento. ¿Qué fue entonces lo destacado? El propio grito: en punto de las
once de la noche el Agente Municipal, el ciudadano C. Félix García, recibía de
la escolta el lábaro patrio, y se encaminaba al frente de la congregación, ahí
con voz firme se escucharon los ¡Viva Hidalgo, Morelos, Allende! y etc. pero
además resonaron con fuerza los:
¡Viva Josefa Ortiz Domínguez!
¡Viva Micaela Montes de Oca de Allende!
¡Viva Fermina Rivera!
¡Viva Gertrudis Bocanegra!
¡Viva Cayetana Borja!
Dicen, que lo que no se nombra no existe, así que ahora se ha nombrado a
Josefa, Micaela, Fermina, Gertrudis y Cayetana. Son sólo algunas mujeres de las
miles que participaron en la revolución de independencia y que la historia
oficial, esa historia priísta plagada de falsedades, ha borrado de los libros
de texto.
De Josefa Ortiz (1768) se puede
decir que fue uno de los pilares del inicio de la independencia, promotora
activa de ésta, fue amiga de Hidalgo, Allende, Aldama y Abasolo. Fue ella quien
dio aviso a Hidalgo y Allende que la conspiración había sido descubierta. Sin este
aviso , Hidalgo y Allende hubieran sido apresados antes de convocar al pueblo.
Vale la pena recuperar las palabras de Gracia Molina y Carmen Lugo al respecto:
“A la corregidora la traiciona el capitán Arias,
quien también había participado en la conspiración: la acusa ante el virrey,
quien inmediatamente ordena detenerla en su casa y enviarla como reclusa al
convento de Santa Clara, en Querétaro. Ella, embarazada, da a luz en la celda
que le sirve de prisión de la cual será trasladada a México, al convento de
Santa Teresa la Antigua, donde permaneció encerrada varios años” (Molina y
Lugo, 2009: 99)
Josefa y su familia quedaron
reducidos a la miseria y jamás se les devolvió su patrimonio.
De Micaela, nos dicen las mismas
autoras citadas arriba que presenció todas las batallas y todas las derrotas.
Junto con muchas mujeres
“sufrieron las penalidades de la guerra, perdieron sus propiedades, (…)
aliviaron el dolor de los heridos, la zozobra, el hambre. A distancia
observaron, la detención de Hidalgo y de sus capitanes Allende, Abasolo, Aldama
y Jiménez y ella experimentó el inmenso dolor de contemplar el martirio y
muerte de todos ellos, especialmente de su hijo y de su esposo. Sola regresó a
su hogar después de la muerte de sus seres queridos.” (Ibid: 107)
El caso de Fermina Rivera es de
destacarse, y vale la pena citar completo el texto de De Lizardi que menciona
que:
“Tuvo que luchar con hombres terribles, caminos
fangosos, climas ingratos. Cuanto de malo padecieron sus compañeros de armas
pudiendo dar ella tal nombre a los soldados porque algunas veces ella cogía el
fusil de los hombres que yacían muertos o heridos y sostenía el fuego al lado
de su marido con el mismo denuedo y bizarría que pudiera hacerlo un soldado
veterano” (De Lizardi en Molina y Lugo, 2009: 103)
Gertrudis Bocanegra murió con la independencia en la boca,
cuando iba a ser ejecutada arengo a los soldados que iban a victimarla. Su padre
e hijo murieron en las primera batallas de la guerra de independencia, ella
continuó la lucha, desde su casa “organizó una red de apoyo al ejército que
comandaban los generales Rayón y Morelos. (…) conseguía armas y alimentos y en
su casa criaban animales que meses más tarde entregaba a los insurgentes.”
(Molina y Lugo, 2009: 101)
Cayetana Borja siempre acompaño a su padre al lado de
Hidalgo, logró por su intervención que el Virrey de Apodaca indultara a su padre.
Como estas mujeres, existieron muchas que ofrendaron su vida por la
independencia, pero han sido borradas de la historia por vía de una visión
predominantemente machista. Bien vale la pena pues que se recuerden a estas y
todas las mujeres independentistas.
En Carbonero Jacales se recordó a estas mujeres, y sus pobladores a cada
arenga, respondieron ¡viva!. Al mismo tiempo, nos enterábamos que en la zona
ocurrían otros dos feminicidios. Las maestras Leticia Reyes García y Marisol
Alonso Bonilla, originarias de Huayacocotla, quienes daban clases en una
comunidad de Texcatepec, fueron asesinadas cobardemente cerca de una comunidad
perteneciente a Zacualpan. Y en todo este contexto, les encargamos a las
autoridades correspondientes de estos tres municipios, que hoy más que nunca
tenemos que gritar ¡que vivan las mujeres independentistas! ¡que vivan todas
las mujeres! ¡que viva Leticia Reyes! ¡que viva Marisol Alonso ! ¡Justicia!
¡Justicia!
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