Alejandro Durán Ortega Encumbrada en el Valle de Perote, se encuentra "La Gloria", pueblo místico que de entrada recuerda a la Comala de Pedro Páramo. Algunas de sus calles, rincones esquinas parece se han detenido en el tiempo y esperan ansiosas algo, alguien que las despierte. Pero en otras de ellas la modernidad se asoma y nos deja entrever que algo ha cambiado, aunque no del todo. Es por demás decir que La Gloria tiene ese encanto misterioso de los pueblos del ayer que viven hoy. Esos pueblos que se niegan a abandonar del todo su pasado. El andar por sus calles rememora el entrar del siglo XX y si se tiene imaginación puedes atestiguar como el pueblo entero huele a ese pulque que en barricas era mandado al Puerto de Veracruz. Huele además a pan antiguo, de ese que era amasado a base de sudor y esfuerzo y del que hoy todavía quedan maestros. El frente de la capilla de la vieja hacienda de Cuauhtotolapan se alza gloriosa como claro ejemplo de las cosas pasadas y
Zacatlán es un municipio del estado de Puebla que han nombrado "pueblo mágico" aunque en realidad para serlo realmente no necesita el reconocimiento de nadie; pues Zacatlán es hermoso aún sin reconocimientos. Vale la pena andar por sus calles y llegar al centro para admirar el hermoso reloj floral y algunos de sus principales edificios. En el recorrido uno puede observar esas viejas casonas que para muchos de nosotros son un deleite. Fachada Convento Franciscano Tiene Zacatlán un aire místico que tal vez se lo de el antiguo convento franciscano que data de 1562 y la Iglesia dedicada a San Pedro, cuya construcción es más reciente (finales del siglo XVII) y que posee un estilo barroco. Detalle Iglesia S. Pedro Estás dos construcciones junto con el palacio municipal dominan el centro de la población y le dan al centro su peculiaridad. Existen además dos museos únicos, uno sobre relojes que es verdaderamente una maravilla, pues mantienen una exposición
Entre los cuentos de Francisco Rojas del libro “El diosero” aparece “la cabra en dos patas” maravilloso relato donde Juá Shota (indio otomí), recibe una oferta monetaria por su hija. La hija, llamada María Agrícola, fue nacida en lugar agreste y una vez crecida dedicaba sus días a cuidar chivas y poseía como toda criatura, belleza propia. “Sus carnes cobrizas asomaban por entre los guiñapos que vestía, la cara chata hacia marco a los ojos de cervatilla y su cuerpo elástico combinaba líneas graciosas con rotundeces prietas.” (Rojas, 2005:86) En el relato, María Agrícola se convierte en objeto de deseo de cierto ingeniero minero que llegó a instalarse (con todo y esposa blanca y de ojo verde) frente al hogar de Juá Shota. La tierra mexicana actual se parece en gran medida a María Agrícola, deseada por empresas de distinta índole, sobre todo mineras. María Luisa Albores González, secretaria de Medio Ambiente y Recursos Naturales, informó que durante el periodo neoliberal, alrededor de
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