Sobre la poesía nahua y el trabajo de Miguel León Portilla

Podemos afirmar que efectivamente no existe algo a lo que se le pueda llamar poesía náhuatl prehispánica, no al estilo de occidente; es decir como un género literario que se ha dedicado a discutir, contrastar y definir lo que por ello se entiende. Sin embargo, lo que sí podemos afirmar es que el mundo nahua, construyó un legado simbólico expresado en la arquitectura, rituales, pautas de conducta, y por supuesto en la palabra. La palabra nahua no ha muerto, vigorosa se encuentra en muchas comunidades mexicanas y existen por supuesto numerosos poetas nahuas contemporáneos, tales como Mardonio Carballo, originario de Chicontepec, Veracruz o, Martin Tonalmeyotl de Chilapa de Álvarez Guerrero.



Por otro lado, el náhuatl también está presente en las palabras de ese origen usadas en el español de México y aún de otras latitudes, palabras como chante, aguacate, guajolote, mezcal, etc. Sin embargo, lo que acá referimos es a esa poesía presente en el corpus documental de origen prehispánico y que ha llegado hasta nosotros. Por supuesto, no se trata de textos de poesía tal cual, sino más bien de “vibraciones universales”, como diría Gherardo Marone a propósito de la poesía. Son éstos textos de tal fuerza y vibración que uno no puede más que rendirse ante la inevitabilidad de lo bello.

El texto “La tinta negra y roja. Antología de poesía náhuatl” de Miguel León Portilla pone al descubierto la elevada espiritualidad de aquel mundo prehispánico. Creo firmemente que se trata de una poesía a muchas manos y por ello mismo, profundamente trascendental. Los textos que aparecen en este libro son fruto de décadas de trabajo de León Portilla, años en los que se ha empeñado en la traducción, en una traducción que da cuenta de la cosmovisión mesoamericana, pero además presenta la dificultad de traducir ese mundo alejado en el tiempo y en la lengua. Así pues, León Portilla se convierte con este trabajo en traductor, historiador, filósofo y por supuesto en forjador de cantos. Se ha transmutado en poeta, de ello da prueba su propia traducción:

 

El forjador de cantos

Comienzo ya aquí, ya puedo entonar el canto:

De allá vengo, del interior de Tula,

Ya puedo entonar el canto;

Han estallado, se han abierto las palabras y las flores.

Oíd con atención mi canto;

Ladrón de cantares, corazón mío,

¿Cómo los hallarás?

Eres un menesteroso,

Como de una pintura, toma bien lo negro y lo rojo, el saber,

Así tal vez dejes de ser indigente.

 

La tinta negra y roja fue y seguirá siendo (en el profundo sentido del "ser"), para muchos de nosotros, por ello bien vale la pena repensar el mundo actual bajo la mirada de la poesía nahua, o bajo la mirada de cualquier poesía, dado que sólo una vez venimos a estar. 

Alejandro Durán Ortega  

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