Sobre las lides cristianas
Veo todas las tardes a mi madre y padre, alrededor de su libro sacro, detenidos en la parte de “vísperas”, rezo obligatorio para diáconos permanentes. Veo su devota manera de pedir “por todos”, incluso por los que nos hicieron daño. Repaso mi vida y me recuerdo arrodillado, a los 12 años frente al Santo Sacramento, en vigilia de adoradores nocturnos. Yo no quiero ser Tarcisio, mea culpa, mea culpa . El templo calmo, y la débil luz rebota brillante en esa oblea que no es pan. Desde el aquí y ahora repaso el nombre de los once que venían con Fray Martín de Valencia, me detengo en Motolinía, y el corazón descansa; más no es suficiente, me obligo a voltear al otro formidable fraile, su nombre sigue rezumbando en Chiapas. Recorro mentalmente el camino, franciscanos, dominicos, agustinos, jesuitas y es forzoso detenerse nuevamente; el clero secular sigue vivo, el regular sobrevive. Hidalgo ya no es el mismo, nos lo volvieron estampa con cabeza de anciano venerable, (muy parecida a la de un l