Sobre la creación de fronteras, la migración y lo diferente como amenaza.
En líneas imaginarias que separan y segregan hemos vivido desde hace mucho tiempo. ¿Qué es un frontera? Una frontera es una línea construida en el imaginario colectivo de un grupo específico que separa a lo propio de lo extraño. Lo propio se normaliza como “natural y correcto” mientras que lo extranjero como artificial y erróneo, pero sobre todo, como peligroso. De esta manera, crear fronteras es consecuencia del miedo a lo desconocido. Sobrepasar la frontera implica conocer otro mundo y abandonar el propio; y abandonar el mundo conocido no es para nada sencillo. Cuanto más miedo genere lo desconocido, más grande la muralla que hay que crear. De ello dan fe instituciones como la inquisición que buscaba defender el mundo conocido y establecido bíblicamente, por ello el mundo de Copérnico o de Descartes se volvieron amenazas. En términos de fronteras físicas, el fenómeno no es nuevo: en la Edad Media europea el hombre de ciudad le teme al salvaje del bosque, en Mesoamérica, el cultivador sedentario le teme al “chichimeca” recolector - cazador.
¿A qué viene todo esta cuestión
fronteriza? A la reflexión sobre el trato que el gobierno mexicano ha dado a
los migrantes centroamericanos y caribeños. El fenómeno merece un análisis que
sobrepase lo meramente político.
En primera instancia no se nos
debe olvidar que el concepto de nación tiene al interior una idea perversa. Surgida
en el siglo XIX, tal como la conocemos hoy, la idea de nación implica de manera
tácita equiparar una nación a una sola lengua, una sola historia, un sólo
territorio, un solo complejo de costumbres. Dicha idea borra de tajo la diversidad.
Por supuesto, se podrá decir que ya en la constitución mexicana se reconoce al
país como una nación multicultural. Sin embargo, dicho reconocimiento en el
papel dista mucho de aplicarse en la realidad. En términos concretos y
prácticos, las minorías étnicas en este país son borradas del escenario social
y político y son incluidas únicamente cuando al poder le conviene; por ejemplo
cuando es necesario legitimar la toma de poder de un presidente, o para las
muestras de cultura internacionales, y un largo etc. todo este macabro plan
puede cerrar con la frase de “nuestro indios”; cual si fueran objetos de
nuestra propiedad y se pueda hacer uso de ellos a comodidad.
Regresando a la idea de nación,
pongo el énfasis en que el concepto refiere a que se posee “un sólo territorio”.
Al pensarse México de esa manera, desde luego se requiere la construcción de
una frontera y como hemos señalado todo aquello que quede fuera de esta línea
es considerado extranjero y potencialmente peligroso. Se nos plantea entonces
la alteridad como enemiga, o en palabras más simples, el extranjero es considerado
raro, diferente y por supuesto, puede llegar a ser un peligro, es pues, un
enemigo. La frase se recuerda hasta en el himno nacional mexicano, “más si
osare un extraño enemigo”.
Me resulta contradictorio el
pensar que en el en el actuar político del presente gobierno ese “extraño
enemigo” sea definido con cara centroamericana, y no estadounidense. ¿Acaso no
la implementación de la política migratoria mexicana se impuso desde la administración
de Trump? En todo caso, Centroamérica y Sudamérica poseen en su mayoría habla
castellana, sufrieron al igual que México un colonialismo español, han
compartido desde tiempos prehispánicos más o menos los mismos procesos históricos
que México, incluso no existe país de este parte del mundo donde los gobiernos
estadounidenses no hayan intervenido para mal. ¿Entonces? ¿Por qué el gobierno
mexicano se preocupa por detener la ola migrante? ¿Por qué son agredidos a su
entrada a la CDMX? ¿Por qué es hasta que muren decenas de migrantes, atascados
en un tráiler que se pronuncia al respecto?
Sospecho queridos amigos que poco
hemos cambiado. Este gobierno, sigue estando del lado de lo que Bonfil Batalla
llamó, el México imaginario, ese México aspiracional, que posee como eje
fundamental, la acumulación de bienes como sinónimo de triunfo, que ve en lo “blanco”
la estética superior y que ve en el modo de vida occidental y neoliberal, la
mejor manera de vivir aunque no lo acepte de manera clara. Por ello, son
necesarias las becas para jóvenes, las ayudas para los viejitos, el discurso de
ser estar con “el pueblo”. Por supuesto, que el pueblo está contento con eso
programas, pero se debe afirmar contundentemente que lo logrado no es una
dádiva, no es un regalo, es resultado de la lucha del mismo pueblo. Con todo y todo, lo dado es un mero paliativo;
necesario y justo, pero no trascendente.
Por todo lo anterior es que se
acepta a los migrantes centroamericanos, únicamente bajo reglas impuestas por
el propio gobierno mexicano y estadounidense, por ello Alejandro Encinas (subsecretario
de Derechos Humanos, Población y Migración de la Secretaría de Gobernación), afirma
que
“México ha
apostado por una salida humanitaria a un fenómeno creciente. En los primeros
tres años de este gobierno se han ofrecido alternativas migratorias de estancia
en México a 688 mil personas que buscaban refugio.”
Y sí se le golpeó fue porque
estos centroamericanos siguen siendo extraños enemigos y como tal son “mañosos”,
utilizan estrategias para lograr sus fines.
El
subsecretario afirmó que las fricciones entre migrantes y la policía capitalina
se derivaron de que el gobierno de la ciudad ya había establecido un albergue
en Iztapalapa, pero no fue aceptado por la caravana, que determinó dirigirse a
la Basílica de Guadalupe.
Precisó que no
fue un asunto de devoción, sino parte de una estrategia, por lo que ahora el
Instituto Nacional de Migración (INM) negocia sobre los términos de su
estancia. (https://www.jornada.com.mx/2021/12/14/politica/003n1pol)
En fin, que lejos estamos de
reconocernos a todos como humanos, lejos de que las fronteras caigan, y cada
vez más lejos de lo que el propio Bonfil Batalla llamó México Profundo,
concepto que bien podría extenderse al de América Latina Profunda. Es decir,
reconocer de dónde venimos, para saber hacia dónde vamos.
Alejandro Durán Ortega
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