Titilación de madre

 El crío, endeble, vulnerable, inexperto y demasiado joven, quedó atascado. Sus piececillos habían quedado varados en el barro del manglar. Los miembros del clan intentaron acercarse para ayudarle, pero el temor de su propio hundimiento los detenía. Pretendieron también, hacer que el crío se sujetara de grandes ramas que le extendían, pero éste, demasiado débil no había podido liberarse. Su muerte era pues, inminente.

Esto, no habría ocurrido si la madre hubiera estado cerca para cargarlo sobre ella, tal como lo hacen todas las de su especie a la hora de migrar; pero resulta que aquella madre, había muerto, atacada por un felino unos días antes y por ello el crío estaba entre el clan, pero cuidándose solo. Entretenerse en rescatar a aquel joven miembro, supondría para el clan, pérdida de tiempo y desgaste de energía. Energía que, por otro lado, era necesaria para que el propio grupo sobreviviera, así que sin nada que hacer, abandonaron al pequeño crío a su suerte.

Todos seguían al líder y todos sabían que, en gran parte, de su obediencia al grupo, dependía la supervivencia de cada uno. Eso también lo sabía Cindy, que, para aquellos tiempos, no tenía nombre, pero que desde éste, así la hemos bautizado. Era una hembra joven y robusta que todavía no era sexualmente activa y aunque en temperamento era igual que las demás hembras, tenía algo que a veces aparece: una chispa, un recelo, un fulgor en el pecho, una titilación. Cindy, escuchaba a lo lejos los ahogados gritos de la cría, y uno en especial fue claramente agudo, atravesando todo el manglar, llegando hasta sus oídos abiertos. Sin saber por qué, aquel chillido hizo que se prendiera en ella, una emoción desconocida. Cindy volteó hacia a donde habían abandonado al crío y sin pensar mucho en su propia seguridad, emprendió el camino de regreso.

Nadie supo cómo hizo Cindy para sacar del atolladero a aquella cría; lo cierto es que unas horas después, caminaba con él sobre su espalda, detrás del grupo. Al verla regresar, todos se detuvieron y aullaban de contentos, saltando y daban palmaditas a la cría y a su rescatadora, alegres de haber recuperado a uno de los suyos. Los líderes del clan, veían todo aquello con aparente calma y alegría. Por la noche, aquellos hablaron sobre el asunto de Cindy y la cría rescatada. En la charla, se dieron cuenta como una hembra había resuelto el asunto, sin su intervención. La cuestión mostraba su debilidad y su impericia, pero, sobre todo, ponía en duda su actuar, que se suponía, siempre había estado encaminado a proteger al grupo. Así pues, luego de deliberar llegaron a una conclusión e hicieron llamar a sus guerreros más hábiles.

Por la mañana todos los del clan, vieron los cuerpos desmembrados de Cindy y el crío que habían sido atacados silenciosamente durante la madrugada. Los líderes fueron los primeros en lamentar y aullar de dolor por el ataque y mandaron reforzar la vigilancia. El clan se lamentaba de todo aquello, así que, con temor, levantaron sus pocas pertenencias y caminaron hacia el futuro confiados en que la fuerza del grupo, guiada por aquellos dirigentes los protegería.

Alejandro Durán Ortega

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