Concepciones sobre Sectas y Sectas religiosas en cuatro autores

 Introducción
En este artículo llevamos a cabo una breve revisión de las maneras en que han sido concebidas y abordadas las Sectas y las Sectas Religiosas específicamente, como fenómenos socioculturales, justo en el tránsito de la época moderna a la posmoderna, que coincide y se empalma con el cambio de los movimientos contraculturales y del nuevo potencial humano hacia la neoagerización y los nuevos movimientos espirituales, religiosos y pararreligiosos. Es decir, sintetizamos y hacemos algunos comentarios y observaciones de trabajos de análisis teóricos de cuatro autores que se ocuparon del tema en el periodo de la segunda mitad de la década de los setenta del siglo XX a los primeros años del siglo XXI.
A todos ellos les preocupó caracterizar y estudiar las sectas que en esos años se manifestaban con mayor fuerza en las ciudades y urbes de los países capitalistas occidentales como Estados Unidos y naciones europeas, pero que también se extendían a las ciudades del mundo subdesarrollado como las de América Latina. Este crecimiento llevó a varios autores a alertar sobre sus repercusiones negativas (“destructivas”) en el reclutamiento, la dependencia y los cambios que traían en las personas que ingresaban o hacían contactos a sus estructuras y dinámicas de organización, funcionamiento y crecimiento. Se hablaba, por ejemplo, de vulnerabilidades, susceptibilidades, etc.; sin embargo estos autores no captaban, precisamente, el giro de época dentro del propio sistema que socioeconómica y culturalmente (neoliberalismo, capitalismo cínico, glocalización, posmodernismo) fue volviendo cada vez más precarias a las propias relaciones sociales y a los individuos: caldo de cultivo para el auge de los modos, “ethos” y estilos sectarios de vida social, terapéutica y espiritual que ofrecían y ofrecen: protecciones, seguridades, socialización, superación personal, identidad, satisfactores espirituales, modalidades de salud, trascendencias, éticas y morales del bien estar, etc.; aspectos y dimensiones  que ya los sistemas políticos estaban deteriorando tras las ofensivas y derrotas de las luchas, los discursos y las utopías de la modernidad capitalista de la segunda posguerra
Veamos pues, a continuación, esos planteamientos que  como ejercicio de revisión, considero que pueden servir como plataforma básica de aproximación de este fenómeno sociorreligioso en  nuestra contemporaneidad.
I.                   Alain Woodrow: Las Nuevas Sectas, Fondo de Cultura Económica, Colección Popular 183, México, D. F., 1979,241pp.

Woodrow afirma que “sectas han sido siempre”, o sea “ha habido siempre”. En las decadencias, en las declinaciones de las civilizaciones, de las instituciones, de las religiones oficiales, se posibilita la proliferación de las sectas de todo tipo para todos los gustos. Así se aplica el lema: “Dime a que secta perteneces y te diré quién eres”.
Parafraseando dicho lema, podríamos decirlo a nuestra manera, a tono del ethos posmoderno neoageriano: “Dime qué necesitas cubrir emocionalmente o qué tipo de crisis subjetiva vives  y te diré a qué tipo de secta eres susceptible o qué secta se adecúa a tus requerimientos o carencias emotivo-espirituales.
Este autor plantea que, después de llevar a cabo un análisis reflexivo del papel de las sectas en la modernidad contemporánea (principalmente en el mundo occidental de los años cincuenta a la mitad de los setenta del siglo XX),  desde su perspectiva existen 6 tipos de “grupos” de “consumidores de sectas”
1.      Una juventud desorientada y ávida de “verdad absoluta” se sentirá atraída por las sectas utopistas.
2.      Los angustiados serán “seducidos” por las sectas milenarias.
3.      Los sedientos de “lo maravilloso” serán proclives a las sectas medicinales o del despertar.
4.      Los adeptos de “lo oculto” se sentirán traídos hacia las sectas espiritistas, mágicas, satánicas o astrológicas.
5.      Los “racionalistas” serán convencidos por los cientificistas (positivistas), considerados como sectas con sus líderes, dogmas, etc.
6.      Los inclinados por las “otredades” (más o menos exóticas), se inclinarán por las sectas orientalistas y esotéricas.
Observa  A. Woodrow que en el lenguaje religioso oficial, “secta” tiene resonancia despectiva. Así, por oposición a la Iglesia, «secta» designa un pequeño grupo secesionista que reúne a los discípulos de un maestro herético. Del latín secare= recortar, o bien del verbo sequor=seguir. Desde el punto de vista de la sociología, «secta» se refiere a: “un grupo contractual de voluntarios que comparten una misma creencia”, así, desde esta concepción, rebasa las fronteras de la religión y llega a los dominios de lo ideológico, lo social y lo político.
Para Alain Woodrow, a mundialización produce su anticuerpo: el sectarismo. La mundialización con colectividades que rebasan a los individuos que son tratados como juguetes de una burocracia lejana y anónima, produce dos tipos de necesidades entre los individuos y grupos: 1) la de recobrar sus raíces y 2) la de reafirmar su personalidad.
El sectarismo y las sectas político-religiosas son, pues, fenómenos socioculturales, y las preguntas pertinentes son: ¿Por qué y cómo?, ¿por qué su  éxito en una época racionalista y tecnológica? La misma época ha llevado a cambios importantes a los individuos occidentales (pos) modernos (incluidos los rebeldes de los años 60), éstos –se pregunta finalmente A.W–. ¿han devenido en una especie de robots dispuestos a renunciar a todo su ideal?
Al parecer no exactamente “robots”, pero –como hemos visto en un texto anterior– sí como consumidores atrapados/seducidos en el consumismo de miríadas de mercancías pararreligiosas, sagradas y espiritualizantes que ahora el neoagerismo ofrece en circuitos y mercados locales/regionales/nacionales/internacionales[1]
II: Pepe Rodríguez: El poder de las sectas, Ediciones B., Barcelona, España, 1997, 429pp.

Ese autor plantea la siguiente definición: “Secta, en sentido más global, no es más que un grupo de personas aglutinadas por el hecho de seguir una determinada doctrina y/ o líder y que, con frecuencia, se han escindido previamente de algún grupo doctrinal mayor respecto del cual, generalmente, se muestran críticos” (p.44). La carga peyorativa –nos dice este autor–ha sido propiciada por la Iglesia católica para identificar a sus propias sectas disidentes con ideas herejes y cismáticas y comportamientos contrarios a las normas.
Rodríguez distingue varios tipos de “sectas” religiosas: esotéricas, mágicas, políticas, extraterrestres, cientificistas, etcétera.
Este autor pone el énfasis en una modalidad, que es la  “secta destructiva”, que la define como: un grupo que en su dinámica de captación  y/ o adoctrinamiento, utiliza técnicas de persuasión coercitiva (“lavado de cerebro”) que propician la destrucción (desestructuración) de la personalidad previa del adepto o la dañan severamente. Así, por su dinámica vital, se puede ocasionar su destrucción total, y ello se observará en los lazos afectivos y de comunicación afectiva del sectario con su entorno social habitual y consigo mismo. De esta manera la secta destructiva en su dinámica de funcionamiento lleva a destruir, a conculcar, derechos jurídicos inalienables en un determinado estado de derecho.
En términos generales, el fenómeno sociocultural del «sectarismo» se presenta en la contemporaneidad por búsqueda individual y colectiva de seguridad (de algunos o todos sus aspectos, por ejemplo.,  sociales, morales, sentimentales, experienciales, cosmovisionarios y de fe) con marcos ideológico-emocionales posibilitados por la existencia previa de una necesidad sectaria inconsciente y/o de pulsión latente, anidada en mismo núcleo de la fragilidad personal y alimentada por la propia angustia que produce el sentirse vulnerable. De esta manera para Pepe Rodríguez, el comportamiento sectario ofrece un mecanismo para vivenciar una experiencia afectiva intensa y poder servir de armadura contra el dolor generado por el propio proceso biográfico, especialmente en situaciones de crisis sociopersonal. Las sectas, por ende, actúan como detonantes y canalizadores interesados en esa necesidad.
El autor también hace una descripción del  «individuo sectario» (secuaz, fanático, intransigente, faccionario o parcial), que es aquel “que defiende una idea o doctrina dogmáticamente, sin admitir crítica alguna sobre ella”. Pero puede tener una disponibilidad o necesidad inconscientes, los que lo hace frágil o más  frágil a los procesos manipuladores de las sectas. Cuando el sectario lleva tiempo adentro de un grupo con su beneplácito, está  con la necesidad de estar, como si se tratara de una especie de “droga” (de adicción), y cuando se rompe con la secta se pasa por especie de “síndrome de abstinencia”.
Pepe Rodríguez describe las dudas de un ex adepto a la secta Nueva Acrópolis, Ramiro Pinto, y a partir de ello plantea la siguiente cuestión: ¿Hasta qué punto son las propias sectas las que producen el fenómeno del sectarismo y del sectario, o sea la necesidad de ser creadas, lo que hace que existan (y de que permanezcan, crezcan, etc.)? Esto es, si son las sectas las que crean prosélitos o es la gente la que las necesita, la que crea las condiciones para que existan (p. 50).
Rodríguez encuentra que en sectas destructivas existe una estructura básicamente generadora de comportamientos mórbidos que hay que distinguir de las actitudes patológicas individuales y del hecho social de un aumento de los grupos sectarios. Pero –desde nuestro punto de vista–­ ambas no están separadas pues el sistema capitalista contiene y dinamiza una estructura básicamente generadora de comportamientos mórbidos porque es un sistema esquizofrénico con tendencias inhumanas y autodestructivas; entonces las sectas “destructivas” (y/o autodestructivas) incorporan y refuncionalizan algunos de estos aspectos del sistema.
Finalmente para Pepe Rodríguez, uno de los aspectos “positivos” que encuentra en la actividad de las sectas es que ponen en evidencia de “forma harto virulenta y peculiar, las fundamentales carencias del actual proceso socializador y de la propia dinámica y estructura social carente”.
En suma, según interpretamos esta postura, s trata de grupos organizados que ofrecen mecanismos combinados (rituales, trascendentales, de reconocimiento, identidad, espiritualidad, socialidad, etc.) para cubrir o sustituir carencias de la vid social del propio sistema y sus instituciones “tradicionales”: matrimonio, familia, escuela, iglesia, etcétera.

III.             José Luis Vázquez Borau: Las sectas destructivas, Ediciones Mensajero, Bilbao, España, 1998, 146 pp.

Para Vázquez Borau una secta sería un grupo de personas que se desgaja de otro mayor. Y entiende que hay de diversos tipos; sectas de matriz: introversista, fundamentalista, orientalista o esotérica.
Una secta destructiva sería una secta en cuyo interior hay destrucción y manipulación de las personas, de las familias e incluso de los gobiernos.
Para este autor, el fenómeno actual de las sectas está vinculado o participa íntimamente del de  los Nuevos Movimientos Religiosos (NMR) o Religiones Alternativas (RA), el llamado “florecimiento de Dios en el corazón de las personas” que buscan coherencia, dicha, comunión, reconciliación, sabiduría y salvación. En las sectas, los NMR y las RA, los individuos (pos) modernos descubren a través de la experiencia religiosa «lo sagrado» que fundamenta su existencia y que trasciende su finitud.
Así para nuestro autor, las nuevas sectas religiosas manifiestan el “retorno de lo sagrado” como fenómeno mundial, con floración de grupos de los más variados colores que, dentro del panorama de la fragmentación de la cultura, propia de la posmodernidad, invaden el panorama religioso actual.
No se trata sólo de “religiones de jóvenes”, de fenómenos sociales de evasión, de entusiasmos juveniles  sino de un “problema fundamental  en el que se perciben como en un sismógrafo las sacudidas ocultas de una sociedad”. Para Vázquez existe una auténtica demanda de experiencia religiosa bajo una crisis religiosa (de valores, de ejercicio y de experiencias religiosas); una búsqueda de una vida comunitaria más cálida y más fraterna, una búsqueda de experiencia intensa de yo, de una búsqueda trasformadora de lo sagrado, de una búsqueda de experiencia comunitaria, de búsqueda de auténtico carisma de los líderes.
Otra vez volvemos a encontrar esa búsqueda de aspectos sociales, mentales, emocionales, experienciales, visionales que la vida moderna y el sistema no ofrece en su cotidianidad y en sus instituciones. Las sectas y los NMR/RA ofecen, canalizan y acuerpan en sus opciones y menúes diversos estas necesidades. En efecto los sujetos suelen pasar por trayectorias de búsquedas de prácticas, doctrinas, terapias, productos, circuitos generados por estos fenómenos que podemos agrupar en la New Age posmodernizada de hoy[2].
IV.             Pierre Van Rielel: Las sectas, misterios y  peligros de las sociedades secretas, Ediciones Norte art Enterprise, Unión Europea, 2002, 93pp.

La definición de Van Rielel de secta es la siguiente: “es un grupo de personas organizadas sobre base de una doctrina creada por otra persona, que actúa como guía , profeta o maestro de todos los seguidores que son sus adeptos o creyentes, y que defienden y protegen de forma total o alucinada” (p.5) . Así,  “La doctrina es la principal razón de la secta, siendo recomendable un origen literario, de un libro o de una tradición escrita, que establezca las reglas básicas de su ideología. Aunque también hay sectas basadas en una tradición oral, no obstante, siempre acabarán contando con un soporte literario, redactado por el mismo fundador o por personas por él asesoradas” (p. 6). Dicha doctrina toca “la fibra sensible de determinadas personas, por el  camino de coincidir en su forma de pensar o de sentir”. Que se convierten en los seguidores convencidos. Como vemos, pues, para este autor no existe manipulación de por medio, sino coincidencia o convergencia de forma de pensar o de modo de sentir.
Las razones de ser de las doctrinas sectarias (y su densidad) se basan principalmente en las debilidades, angustias y deseos insatisfechos del ser humano. Las sectas se pueden basar en lo inconsciente e inclusive en un “espíritu sectario de la humanidad” que tiende a manifestarse en cualquier agrupación, conjunto o asociación de personas, sea cual sea el objetivo final de la misma. Con esta afirmación el autor confunde lo comunitario-social-gregario con lo sectario, éste deriva de lo comunitario, pero lo sectario está basado en doctrinas, líderes y creyentes que fundamentalmente actúan sobre la base de postulados, principios y normas dogmáticas, cerradas e inflexibles. Veamos, a continuación, cómo desarrolla esa falta identificación:
“Toda persona es sectaria desde que se formó el primer núcleo humano, la primera tribu que mantenía unos intereses afines, porque nos gusta identificarnos con los que tienen las mismas ideas que nosotros, las mismas preocupaciones, los mismos deseos aspiraciones” (p. 10). Y para protegerse -por eso- sectariamente. Sin embargo sí existe una especificidad de las sectas, según nuestro autor, pues dentro de ellas se desarrolla el sentimiento de “exclusividad o de singularidad” por compartir un mismo pensamiento, unas mismas necesidades y problemas de subsistencia, pues no todo el resto de la humanidad tiene la misma categoría, porque “ellos”  (los sectarios) se sienten “mejores” o “superiores” al resto. Así se asocian y se protegen con los que pertenecen a su sector. Este autor señala los siguientes tipos de sectas: cristianas, militarizadas, satánicas, sexuales, apocalípticas y fascistas.
Para Pierre Van Rielel se trata de la existencia innata de un sentimiento atávico de autoprotección grupal (pero en la secta, observamos nosotros, se encuentra manipulado y dogmatizado con mecanismos de enajenación, subordinación, etc.). Lo que le lleva a sentenciar que “somos sectarios por naturaleza” (sic, p.8).
Para este autor existen sectas o agrupaciones positivas y asociaciones negativas o sectas peligrosas. Aquí insiste en que tanto en la positivas como las negativas se presenta el mando de un líder y se dan procesos de manipulación o control. Así menciona por ejemplo que: No hay duda que los grupos sectarios que, sin ser violentos, saben controlar la voluntad de sus fieles desde nacimiento hasta la muerte, pero al no conocerse sus problemas sociales, no son considerados peligrosos” (p. 9).
Por último Van Rielel hace referencia a la dinámica entre iglesias religiosas y sectas; dice que las religiones son opuestas a las sectas, y que cualquier situación de crisis da lugar al nacimiento de una secta. Las roturas de cualquier Iglesia establecida pueden ser originadas por determinados enfrentamientos ideológicos y teológicos, por también por un deseo de aumentar el poder sobre el conjunto de los  seguidores. De esta forma han aparecido históricamente las sectas.
Sin embargo habría aclarar que esta dinámica ya no es predominante pues las sectas y agrupaciones religiosas y pararreligiosas, brotan como hongos de ramificaciones y variaciones de ellas mismas en vinculación con procesos y fenómenos socioculturales como: la religiosidad popular, el hibridismo, la maistrem, el turismo, las industrias culturales, el neoagerismo y sus circuitos, nebulosas y mercados, etcétera.
En el capitulo 3 de su texto  Van Riel describe las características de los sectarios y desarrolla un conjunto de técnicas que usan los grupos sectarios para integrar y “enganchar” a los adeptos; igualmente plantea que así como existen esas técnicas también hay “caminos para desengancharse” y en ese sentido su libro también plantea tener esa “utilidad”.

Miguel Ángel Adame Cerón
Profesor/Investigador
 Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH-INAH)



[1] Véase Miguel Ángel Adame Cerón “Crítica al New Age posmoderno: mercados, paisajes, aparadores y consumidores”, en Duendes, brujas y manuales, 29 de septiembre de 2015, http://duendesbrujasynahuales.blogspot.mx/2015/09/critica-al-new-age-posmoderno-mercados.html

[2] Idem

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