Juan te llamas
-¡Felicidades
Joana!, - Que así su madre había nombrado a la niña en honor a su abuela Juana,
pero con el cambio de vocal, el apelativo sonaba de modo diferente. No se
trataba por cierto de un simple juego de letras. La cuestión servía para que
entre la familia continuara la tradición juanista, que radicaba en el hecho de
que la madre, de la madre, de la madre, de Joana habían sido Juanas. Así, pensó
la última madre que el cambio de una “o” por una “u” no cambiaba nada, a no
ser, claro, que alguna de las madres juanas señaladas cayera en cuenta que el
problema no era la vocal sino la “j”, pues según escuchaba la madre de Joana,
el nombre se pronunciaba como “Yo” y no como la “jua” y así, que en resumidas
cuentas se le tenía que decir Yoana. Y nombrarla así convenía, según la madre,
fuera del ámbito familiar, pues allá afuera las Joanas, Britanys, Kimberlys,
Aritzis, etc, tenían más aceptación que las Juanas, Brendas, Nachas, Catalinas
o Conchas, de tal modo que con el cambio se le apostaba por un lado a un mejor
futuro para ella basado en el uso de un nombre más elegante y, por otro se
conservaba la tradición referida. De cualquier manera, ninguna de las Juanas
sabía leer, así que distaba mucho de que se pudieran dar cuenta del engaño.
-¿Felicidades
de qué?- Se apresuró a contestar la madre de Joana adelantándose a ésta, pues
sabía que, a no ser el 24 de junio, nadie felicitaba a la familia de las juanas
por nada. El andar de toda la rama femenina de la familia había sido de
servidumbre. La bisabuela Juana había servido en una hacienda, y la abuela
Juana en la casa de un doctor hijo del que fue hacendado, la madre salió del
pueblo sólo para servir en una casa de Pachuca y Joana se entretenía en la
escuela hasta que tuviera la edad para salir a servir y así ganar lo suficiente
para existir. En todo caso, se consideraba por parte de las Juanas, que si
Joana aprendía a leer y escribir no era del todo tiempo perdido, pues según
comprobó la madre en Pachuca, saber hacer cuentas y leer recaditos de los
patrones para algo sirve en el trabajo.
- Por el diploma de comprensión lectora
que sacó Joana- dijo la maestra, volteando a ver a la madre de
Joana. La niña salió corriendo sin contestar a la felicitación y trataba de
arreglar en su cabecita lo sucedido en la última semana. En todo caso, pensaba,
era fácil deshacer todo lo hecho; sólo era cuestión de dejar de hacer lo que
había venido haciendo, de masticar sus ansias y tragarse los deseos. Así,
cuando le viniera el deseo de saber que le había pasado a esa señora que salió
volando en una sábana, ella restregaría más duro el nixtamal. Cuando su
sentimiento viniera a molestar sobre lo que fue de aquel loco señor flaco y
espigado con su caballo más escuálido que él mismo, ella acarrearía agua del
pozo con cubetas más grandes para que la hicieran sudar más. Cuando se le
apareciera el deseo de saber de dónde venía el curioso nombre de “Momo”, ella
se aferraría al suyo, cargando otro tercio de leña para la casa, al fin y al
cabo ella sabía que había nacido en cuna de tierra y nixtamal.
- No
maestra-, carraspeó la madre con cierto enojo- Yo ya no quiero que les sigan
dando esos que les dice usted diplomas a m´ija. Ya le quemamos ese que le
dieron y ya no quiero que le den más.
Figúrese usted que todas la noches, todas las noches se la pasa con esos
libros gordos que le dan ustedes. Todas las noches una vela, y a la semana, pos
una caja de velas. Ya le había dicho que no tenemos para tanta vela, y ahora
con ese diploma que le dieron, más la engrieron con eso. Así que maestra ya no
le den más libros, que de todos modos “Juan te llamas”
Alejandro Durán Ortega
Alejandro Durán Ortega
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