Sobre el papel del relator, a propósito de un relato tenek sobre la creación del maíz.

 En relato mesoamericano, muchos de sus personajes poseen ciertas peculiaridades, una de ellas que quiero enfatizar el día de hoy es que, en gran medida se mueven en un mundo que, por así decirlo, pertenece a otro nivel de percepción de la realidad. En el relato indígena, en el del México profundo, plantas, animales, incluso elementos inertes puedan entrar en él y tomar un papel preponderante en la historia. Las cosas que hacen pueden parecer al lector occidental totalmente improbables, y si acaso le encuentran sentido, las interpretan como simples fábulas o cuentos de niños.


Sin embargo, en primera instancia, como hemos señalado, el relato mesoamericano es preponderantemente oral y dicha oralidad presupone a un relator que en su decir y en su hacer, en su papel de relator utiliza el espacio y el cuerpo para completar el significado de lo que se relata, se trata en verdad de una puesta en escena, pero más que eso, se trata de la creación, a través de la palabra, de un espacio y tiempo sagrado. El relator introduce al relato, fórmulas como: “Hace mucho tiempo”, “Cuando no había luz” o “Cuando los animales hablaban” que le permiten junto con todo el juego histriónico, preparar al escucha para introducirlo en un mundo sacro, una vez en él, el oyente puede esperar todo; es decir cambia su percepción.

Por ello, el relato mesoamericano es más que la creación de un mundo literario, es en verdad el espacio donde se desarrolla y se comprende el mundo. En el relato aparecerán personajes que realizan cosas extraordinarias, una mujer queda embarazada, por el excremento de un cuervo, una abuela intenta matar a su nieto, que en realidad es el dios del maíz, la propia abuela es un ser que posee una especie de nahualismo. El relato mesoamericano es más que un discurso ético o moral como serían las fábulas, es la expresión de una cosmovisión especifica y rica, concretada en contenidos profundos que hasta ahora podemos estar dilucidando. De ahí que el relator, no sea un simple cuenta cuentos, sino un creador de universos. 

En el siguiente relato queda de manifiesto por ejemplo que, para el mundo indígena, el humano es parte y dependiente del todo, y no es ni mucho menos el que controla la naturaleza para su beneficio, sino se inserta en el mismo mundo como parte funcional de él. Por ello es posible que una mujer sea embarazada por un cuervo o que un niño, se pueda convertir en maíz, ¿Acaso no somos parte del todo ello, no estamos hechos de lo mismos elementos químicos que están presentes en el universo? 

Hace mucho tiempo, vivió una anciana llamada K´olénib que, como los nahuales, podía convertirse a voluntad en un animal salvaje. Como entonces la tierra era muy fértil, la mujer cultivaba calabazas y pipianes todo el año.

Llegado el tiempo de la cosecha de pipianes, la mujer comenzó a quebrar los más maduros para sacarles las semillas. Halló uno muy grande y, al partirlo, vio con sorpresa que dentro del mismo se encontraba una criatura.

La anciana, que era estéril, recogió con mucho cariño a la criatura, que era una niña y la llamó Dhakpen K´ach (la niña pipían). La niña fue creciendo bajo el cuidado amoroso de la anciana, quien la llevaba a bañar al río.

En una ocasión que se encontraban bañándose en el río, bajo la sombra que proyectaba un gran árbol sobre la ribera, un cuervo se paró en aquel árbol. La niña volteó hacia arriba con curiosidad y entonces el cuervo defecó, cayendo el excremento en la boca de la niña, que se lo tragó ignorando lo que era.

Pasó el tiempo y niña siguió creciendo, convirtiéndose en mujer, pero al mismo tiempo se fue manifestando que se hallaba embarazada, aunque la anciana no se percataba de ello. Pasaron los meses y la muchacha se puso muy enferma; K´olénib se preocupó mucho y se preguntaba que le sucedería.

Llegó el día del parto y la muchacha dio a luz un niño, pero la anciana ignoraba como lo había concebido. El niño vino a ser como el nieto de la anciana, pero ésta, por tratarse de un niño ilegítimo e ignorar quién había sido su padre, lo rechazaba; así que lo llamó Pe´no, que significa en huasteco “algo que es levantado de la calle o del camino y no se sabe qué es”. Pero en realidad este niño era Dhipak o dios del maíz.

La anciana K´olénib tenía en su casa animales domésticos, tales como guajolotes, conchas, puercos y demás, y el niño, que era sumamente travieso, pasaba el tiempo molestándolos. Le gustaba jugar con flechas y ensartarlos, por lo que su abuela se enojaba constantemente. Al fin decidió meterlo dentro de un hormiguero para que las arrieras lo devorasen.

Sin embargo, las arrieras no se lo comieron y al cabo de quince días el niño Dhipak se transformó en un enorme maizal. La anciana comprendió que en realidad era el niño que ahora resurgía en maíz. Al terminar el trabajo se marchó a su casa, pero después regresó a la milpa y vio que estaba retoñando.

Decidió entonces esperar a que brotaran los elotes, para así acabar con ellos; y cuando por fin las matas tuvieron mazorcas, las arrancó, desgranó y arrojó al río. Los granos de maíz fueron arrastrados por la corriente hasta las vegas del río y ahí brotaron de nuevo.

El renacido Dhipak ya no regresó a casa de su abuela, sino que se marchó a andar por los caminos. Un día se encontró con el maligno, Khidab Inik o dios del ojite (fruta silvestre que en tiempos de escases se come como el maíz), y empezaron a discutir porque los deseaban quedarse en la tierra como alimento para la humanidad.

Decidieron tener una competencia sobre quién caería entero al suelo si se arrojaban desde un árbol. El que ganara quedaría como alimento para los hombres, el perdedor se iría a vivir a los montes.

El primero en subir al árbol fue el maligno u ojite, porque tenía, porque tenía un gran deseo de llegar a ser el principal alimento de los hombres, pero al caer se partió en dos pedazos (la fruta del ojite tiene dos granos); entonces se fue a vivir al monte, como alimento del maligno. Luego se encaramó el maíz, quien cayó entero al suelo sin quebrarse.

Así quedó triunfante Dhipak como alimento principal de la humanidad y es por eso que a través de la historia no ha dejado de gustarnos el maíz.

(Recopilación y traducción: Francisco Martínez de Jesús. Redacción en español: Francisco Martínez y María Luisa Herrera Casasus.)

 

Seguiremos con nuestras reflexiones el próximo viernes, gracias a mis queridos ya cuatro lectores.

Este texto se publicó en una colección en el extinto Consejo Nacional para la Cultura y las Artes la SEP y la Dirección de Culturas Populares. Dicha colección se llama lenguas de México y son pequeñas ediciones que difunden mitos y leyendas de muchas de las comunidades indígenas de México.

 

 

 

 

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