Sobre el relato mesoamericano como relato épico

 El mito mesoamericano, es en esencia relato, y creo que es de esta manera, porque la la etimología de la palabra sugiere una cuestión por demás interesante para circunscribirlo como tal.

Se forma sobre la referencia en el latín como relātus, marcando el perfijo re-, para señalar una reiteración, en este caso propio de narrar algo que ya ocurrió, así mismo se aprecia el componente lāt- que se lo interpreta como trasladar, entendiendo que en este marco uno lleva la historia a alguien, estando asociado al verbo fero, sabiendo que éste se presenta como un enunciado que posee variaciones (una de las variaciones es en la expresión lātum, y en sintonía se transforma en lāt-). El relato alude normalmente a los cuentos o narraciones breves, pues la denominación novela se usa para narraciones de mayor extensión. (https://etimologia.com/relato/, consultado el 13 de enero de 2021)

Luego entonces, la palabra “relato” deriva del latín “relatus”  donde el prefijo “re”, manifiesta una reiteración, para señalar algo que ya ocurrió, por supuesto, en el pasado. Aunque la palabra se ha generalizado para hablar de todos los estilos literarios en realidad su etimología, lo liga a una narración de tipo histórica, es decir el relato señala algo que ya ocurrió. Y señalamos este hecho porque nos parece de la mayor trascendencia en el mundo mesoamericano actual, o si se quiere, en el México Profundo señalado por Bonfil Batalla. El relato mesoamericano habla del pasado, pero no de un pasado muerto como en la épica griega, sino de un pasado, por así decirlo, actual, revitalizado, aderezado con las narrativas de cada generación, pero sobre todo, el mito mesoamericano es un relato vigente.

Por supuesto, creo firmemente creo que muchos relatos mesoamericanos forman parte de lo que se ha dado por llamar épica, porque muchos de ellos narran hazañas de héroes que marcan estilos, formas, éticas para el pueblo que las escucha, caso que vimos con Nanahuatzin, héroe del relato del quinto sol, y que deja como guía ética, el sacrificio colectivo. Ahora bien, a diferencia de la épica griega, donde, “el tema de […] es el pasado como tal pasado: háblasenos en ella de un mundo que fue y concluyó,” y de una edad mítica [donde] el ayer mítico y hoy real poseen una distancia insalvable, (Ortega y Gasset: 117) la condición del relato mesoamericano épico es su constante condición de reforma y reactualización, sus héroes no están alejados de nosotros, antes al contrario, estos héroes viven aquí y ahora.

No afirmo que el relato mesoamericano se trata de historia científica, más bien se trata de un “eterno retorno” para usar ideas de Mircea Eliade. El relato épico mesoamericano, es diferente al occidental por la sencilla razón de que este último vive y el otro hace tiempo que anda muerto.

Miren ustedes este pequeño mito tepehua pisafloreño recogido por Williams en su maravilloso texto “Mitos tepehuas” que recuerda al mito del quinto sol:

El niño Dios

Los judíos iban a pedir una muchacha; pero al lado de casa vivía un carpintero que le entregó  unos palitos para que los judíos los hicieran florecer, diciéndole que en caso de lo lograran accediera a casarse con ellos. Los judíos no pudieron, entonces y entonces el carpintero pidió a ella que los tomara en sus manos y los palitos florecieron.

El carpintero se casó con la muchacha y se fueron del lugar. Llegaron a un mesón cuyo dueño les dijo que durmieran donde estaban las bestias, donde había mucha suciedad. Accedieron y durmieron bajo un árbol cercano. Al amanecer, el dueño del mesón sintió mucho frío y miró que en el árbol cercano había una especie de casa muy bonita. Y murió el mesonero.

A la casa bonita llegaron todos los animales. Habló el tlacuache y supo que el niño tenía frío y corrió a una casa donde una señora tenía lumbre, y la cogió con su cola. Regresó donde estaba el niño, que era un santito, he hicieron fuego. Desde entonces al tlacuache le quedó la cola pelada. Y le dijeron que tendría sus hijos en una bolsa y los vería grandes cargándolos hasta que fueran mayores.

Los judíos buscaban al niño. Llegaron a una fonda done estaba junto con otros santos, y pidieron a la fondera les señalara quién era el niño. Ella así lo hizo porque no sabía nada para qué lo querían. Para señalarlo nada más toco la ropa y le retiró un poquito el plato. Los judíos reconocieron al niño y luego lo siguieron, lo encarcelaron y mandaron construir una cruz. El mismo niño ayudó al encargado de construirla. Fue crucificado. Pusieron de guardias al gallo, al tecolote y al tapacamino para que avisaran la hora que se fuera a levantar. También hicieron un gran corral para que no saliera. Cuando salió de donde lo habían enterrado, el tapacamino dijo: Caballero, caballero, y también el tecolote empezó a cantar. El gallo lo hizo más tarde. Cuando los judíos llegaron ya el Sol estaba muy arribita. El Sol alumbraba mucho y quemaba bastante. La gente habló a las estrellas y éstas le cortaron el dedo anular de cada mano: de la sangre que cayó brotaron toda la clase de plantas.

Alejandro Durán Ortega

 

 


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