¡Hasta pronto Padre!

 Y ahora que ya se fue el Jefe, ahora que ya no contaré con su mirada, ahora que ha pasado a otro plano, agradezco vida, por permitirme conocerlo.



Me gustaba increparlo cuando asumía su indianidad. ¡Soy indio! Decía… y yo, al ver su tez blanca y sus ojos amielados, me reía y le recordaba que sus antepasados anduvieron por algún lugar de la península Ibérica. En realidad alguna gota india otomí traería; lo sé porque su abuela lo era; es decir otomí. Pero él, contrario a su deseo, nació con más pinta española que “las meninas” de Velázquez.

Ahora ya no está, lo sé, y me duele todo. Con mi abuela, tan querida y tan vieja fue diferente. Hoy pienso que uno salió de ahí, de una pequeña célula feliz, y esa parte de él es mía, así que nunca morirá mientras yo viva, y mientras mis hijas vivan y mientras el universo viva, porque al final eso somos, sólo pequeñas partes de estrellas.

Y en este cuarto que él construyó, estoy deshaciéndome y haciéndome a la vez. Esa se supone que es la grandeza del hombre, saber que muere y aun así, estar, ser, vivir. Recuerdo el comedor de la casa lleno; mi padre, con Agustín Rodríguez, (líder sindical) y muchos otros, discutiendo sobre el STUNAM, y sé que a los del actual STUNAM les vale un soberano pepino saber que en el comedor de la casa se creó en parte eso, el STUNAM. Recuerdo las marchas contra el PRI, contra el gobierno. Recuerdo las consignas… “no que no, sí que sí, ya volvimos a salir”; “ya llegó, ya está aquí, el  que va a chingar al PRI”. Al PRI, ya lo chingamos, (eso lo hacía muy feliz), ahora esperemos que MORENA no se convierta en Morlana, pero tristemente, ya le he visto sacando la cabeza del caparazón.

El Partido Comunista Mexicano, siempre fue ilegal, y ahí en la ilegalidad estuvo mi padre siempre. Siempre huérfano, siempre sin madre y sin padre. Su madre murió cuando él tenía seis años. Su padre lo reconoció como hijo ya tarde. Y mi padre, siempre orgulloso, lo reconocía como padre, pero nunca como guía. Recuerdo las “cinco tesis de Mao”, ahí en librero de la casa, y la casa, siempre sin televisión y siempre con libros rojos, tan rojos como su ansia de justicia.  Me gustaba el de Mao, porque era pequeño y me gustaban los ojos abiertos de mi padre ante la posibilidad de un mundo mejor.

Y las lágrimas se nos juntaron cuando la patrulla se lo llevó por andar haciendo pintas del Partido Comunista. Y esa fue su lección más grande: hacer por los demás, siempre por los demás. A él no le gustaba hablar de ello, pero a mí siempre se me atravesó en el gañote. Siempre se alegraba al poder ayudar y al ver la milpa crecer. Yo no lo había entendido hasta ahora.

Mi padre se ocupó en dar trabajo a muchos. A nosotros, a sus hijos jamás nos metió a trabajar ahí. Yo conocí la UNAM, porque ahí cursé una maestría y comprendo ahora que fue lo mejor que pudo darnos, de otra manera solo seríamos seres esperando y eso no es vida, eso es existencia nada más.

Me queda claro que supo cómo vivir, jamás concibió dañar a alguien más, exceptuando aquel día, cuando siendo peón y con 13 años, le voló el dedo de un machetazo a un capataz que le había curtido la espalda a planazos; se puede alegar entonces, defensa propia.  Y ahora que estoy aquí, sin la posibilidad de su vida, me recuerdo de sus clases de box. Ahí en Tacubaya por alguna razón se metió a practicarlo. Peleó hasta que otro lo tundió. Siempre se reía de eso, decía que se retiró invicto, porque aquella ocasión bajó del ring corriendo y nadie dijo quien ganó. Su pelea siempre fue consigo mismo. Peleaba jugando con nosotros, sus manazas tundían mi cara y la de mi hermano y reíamos, reíamos en cada golpe. Ahora me golpea y no es lo mismo, ahora no río, pero estoy tranquilo.

No sé a cuanta gente ayudó, sus números siempre fueron grandes, no sé cuántos ahijados, no sé cuántos medios hermanos, no sé cuántos besos, no sé cuántos consejos. Eso era lo único que sabía hacer mi padre, dar, siempre dar. ¡Adiós! le digo al más grande marxista-guadalupano. Gracias vida, por dejarme conocerlo.

Alejandro Durán Ortega

Comentarios

  1. Profesor, yo comparto su dolor pq ya lo vivi, como usted lo dijo ayer, tuvimos en privilegio de estar con ellos, abrazarlos, besarlos y haberlos escogido como padres.

    Se que su padre ya esta en otro plano y es uno mejor, pero donde quieta que este siempre
    estarå presente en su vida. UN FUERTR ABRAZO
    Jessica Dīaz

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  2. A desearle luz para su camino de trascendencia... hermoso coincidir con personas sabias en nuestras vidas... a dejarle ir en paz... bendiciones y fortaleza para apoyar a tu mamá!!

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  3. Cabron....por qué yo no aprendí a escribir. En fin, mi padre no fue marxista pero coincide con el tuyo en dar y dar, y nos enseñó a dar hasta que dolía (como lo diría la madre Teresa de Calcuta).
    A 12 años de su muerte nos seguimos enterando de personas a las que ayudo y nosotros ni idea.
    También era guadalupanos jajajaja
    En fin.... Cómo tú tambien escribia y lo hacía bien... Pero yo no sé, cómo le hacen para sacar palabra y sentimientos de ellas. Abrazos carnal.

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