Buenas contestas.
Hace tiempo que no disfrutaba de una contesta (así decía mi abuela, con lo cual se significaba, plática o diálogo) tan amena como la de la mañana del día de ayer: Me visitó en esta humilde casa Alfredo Zepeda. Conversamos sobre la filosofía materialista de Gustavo Bueno, sobre Cervantes y el Quijote, sobre Sor Juana y Juan Rulfo (quien fue su paisano). Abordamos ideas al respecto de las ideologías posmodernas que sustentan obligaciones forzosas, y que de no hacerlo, corres el riesgo de ser quemado en la hoguera de las redes sociales. Pasamos por el expectante dilema de la Sierra de Huayacocotla, con el multiuniverso nahua, otomí, tepehua, mestizo, así como (al parecer) triste futuro de la UBBJ y la persecución política. Discutimos sobre el protestantismo y la idea de libertad de conciencia en Lutero; derivó aquello sobre algunas referencias del texto “Páginas para la Historia de Sinaloa y Sonora. Triunfos de Nuestra Santa Fe entre gentes las más bárbaras y fieras del Nuevo Orbe por el Padre Andrés Pérez De Ribas. Provincial de la Compañía de Jesús. Precedida de los naufragios de Alvar Nuñez Cabeza de Vaca”. Y con ello se dio píe a que me ilustrara sobre el primer jesuita que anduvo por estas tierra de la hoy sierra veracruzana e hidalguense, allá por siglo XVI.
Pero en verdad lo que me proveyó más regocijo fue que me haya obsequiado su libro. “La Palabra alcanza lejos”. Me ha bastado leer los dos primeros artículos: “Los otomíes celebran a la virgen de Guadalupe en Nueva York” y “Los nuevos rumbos de la emigración entre los otomíes de la Sierra Oriental” para afirmar que este libro es desde ya, un indispensable para el que seriamente quiera abordar el análisis histórico social de la Sierra de Huayacocotla. No dudo que se volverá un clásico sin necesidad de pagar en academia.edu para que el texto aparezca al inicio del buscador. En fin, que en mucho necesitamos la reflexión a partir de la razón y dejar a un lado el sentimiento, dado que como he afirmado en otras ocasiones: la ilusión, hace daño.
En próximos escritos abordaré
algunos de los artículos del libro del buen Alfredo, así que los espero acá en
estas pobres letras.
Alejandro Durán Ortega
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