El yolo y el mundo enfermo

 He leído en alguna nota periodística que el número de suicidios en niños japoneses se ha elevado de manera grave. Más allá de los motivos particulares que han llevado a cada niño a tomar esta decisión; lo cierto es que este hecho nos debería poner en alerta.



En México los datos no son nada halagadores. En el caso de nuestro país los jóvenes de entre 18 y  29 años son los que llevan la delantera en este tétrico conteo. Podríamos sugerir varias causas aparentes que llevan a un joven a quitarse la vida: condición económica, decepción amorosa, conflictos familiares y otro más; sin embargo, déjenme aventurar una hipótesis general al respecto. Para ello usaré categorías surgidas del mundo mesoamericano así como del occidental.

Es evidente, desde la idea que parto que el suicidio es un síntoma de un mundo, sociedad e individuos enfermos. Desde la perspectiva de los grupos indígenas mesoamericanos, existen diversos tipos de enfermedades, en general unas físicas y otras más profundas, llamémosles “espirituales”.  Para entender este hecho, esta condición de enfermedad espiritual, partamos de que una persona (individuo) no sólo se compone de cuerpo y mente; para los nahuas de la sierra, la persona está compuesta de tres elementos; la tona, la sombra y el yolo. No explicaré los tres, basta con abordar la última categoría para lo que aquí se intenta exponer. El yolo (corazón) es depositario de la fuerza vital de cada individuo. Cuando alguien sufre un choque emocional, (pelea, traición, perdida) esa emoción (ira, tristeza, odio, envidia) substituye de manera momentánea esa fuerza vital, esto hasta cierto momento es natural, pero cuando esa emoción se asienta permanentemente entonces le persona enferma. La fuerza vital ha sido expulsada y en su lugar dentro del yolo hay odio o ira, o tristeza; la enfermedad deriva de esta pérdida de fuerza vital.

Esta energía vital, puede ser comparada con lo que Agustín de Hipona llama “misión”. Cada individuo posee una misión, y ésta la da sentido a su vida, le da dirección, se posee un “proyecto de vida”. Lo que tú coloques dentro de esa misión es fundamental, puesto que en ello se haya el equilibrio emocional. Aunque la misión puede ser de cualquier naturaleza, es evidente que si en tu misión se encuentra la adquisición de un título universitario, una camioneta, una casa, más dinero o incluso una pareja, todo ello material, seguramente estás confundiendo los medios con los fines. Todas estas cosas materiales que he puesto de ejemplo, las puedes conseguir, al hacerlo tu misión se habrá acabado y nuevamente tu vida no tendrá sentido, y si, por otro lado no lo consigues, la frustración se apoderará de ti.

El vacío que genera una u otra opción de las anteriores, es, en resumidas cuentas, el motivo último del suicidio. Así pues si queremos superar esta enfermedad, tendríamos que colocar dentro de nuestro yolo, una misión noble, una misión de amor, parece ser que sólo el amor puede ser la fuerza vital que nos salve.

Alejandro Durán Ortega

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