Sobre mi ignorancia del arte contemporáneo
Enójese quien se enoje, por lo que he de escribir lo cierto es no entiendo un carajo de ciertas expresiones de lo que llaman arte contemporáneo. O me asumo como mentecato o advierto que alguien nos está viendo la cara. Ya está, se ha dicho. Resulta que uno va al arte como va al alcohol o las drogas, busca rehuir o ver de otro lado la realidad de por sí cruda, insidiosa, desilusionadora. Buscas maravillarte, a través de la admiración de entidades que te alejen del absurdo cotidiano. Sorprenderse, regresar a la actitud infante. En el caso del arte, la sorpresa viene con muestras, pinceladas, elementos de lo que el ser humano es capaz de hacer en su más alta expresión. ¡Ah! pero no asumía mi profunda ignorancia en estos y otro temas.
Dos veces he pasado a observar las exposiciones temporales en el Jardín de la Esculturas de Xalapa, y me he topado con arte contemporáneo. Las dos veces he salido con una sensación de nada, es decir es como si hubiera entrado a cualquier otro espacio, una bodega, un laboratorio, una oficina un lugar del eterno tedio de la vida cotidiana. De la primera vez, no recuerdo más que un par de medias colgadas con una piedra de río adentro; en esta ocasión se trata de algo que intenta (según la larga y única cédula que se haya a la entrada del recinto) unir arte y ciencia. Puedes observar polillas y capullos, al lado de un microscopio. En fin, no puedo explicar cuál es la obra.
En todo caso, concedo razón a la frase de la cédula citada que apunta: “No nos sorprendemos entonces de encontrar al lado de fotografías y dibujos una pieza sonora con autoría de gusanos vivos”. Efectivamente, no, nos sorprendemos, tal vez por ello, me cueste tanto entender este arte, y tal vez también tenga algo que ver con la soledad de la sala.
Sin embargo, maravillosamente me he conmovido nuevamente con la obra de Josefína Termín, "Movimiento”, y con la de Mario Athie, “Tensión”; ésta última mi favorita, ¿cómo es qué logra Mario a partir de un montón de metales, transmitir esa especie de angustia?
Alejandro Durán Ortega
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