Apuntes a propósito de la pregunta
Toda pregunta genuinamente filosófica deberá involucrar intencionalmente a quien se la formula.” [1]
Si la intencionalidad, concretada
en la aspiración de saber, es la que define la pertinencia de la pregunta
filosófica, es necesario descubrir dicha intencionalidad, ya no tanto por la
aspiración misma que se plantea siempre incompleta, sino por la posibilidad de
la construcción de una respuesta lógica y estructurada que obedezca en primera
instancia a esta intencionalidad.
Partiendo de lo que expone Camino[2],
y según lo expuesto por Cerletti, mi proyecto parte de una pregunta que
involucra al autor y que implica la observación de una realidad cultural, junto
con el intento por responder a la problematización de la misma.
Alrededor del año 2005, en el
marco de una comunidad nahua de la sierra norte de Veracruz, escuché y en parte
presencié, un espeluznante caso, sobre un marido que intentó asesinar a su
propia mujer. Ésta, escondiéndose de él, se introdujo en el hueco de una letrina
y de esta manera, logró escapar. Aquel marido, sufriendo un estado que en
términos psicológicos se le conoce como “desplazamiento de la agresión”,
terminó, matando a machetazos a un cerdo que era propiedad de su esposa. La
historia continuó en denuncia e intervención de las autoridades judiciales y concluyó,
en términos generales con el asesinato de un cerdo; la resolución de la
autoridad de que el marido resarciera a la esposa el valor pecuniario del animal;
quedando el agresor libre y a sus anchas y; la continuación de la normalidad de
la vida comunitaria. El evento y la posterior investigación, causó en mí, tal
efecto, que fue motivo de que le dedicara varios meses a resolver una serie de
preguntas de tipo antropológico. Preguntas que giraban en torno a la violencia
y cómo, ésta, esporádicamente florece y parece tener, al menos en parte, su
raíz, en el sistema consuetudinario de la propia cultura nahua. La
investigación se plasmó en un artículo publicado por la UNAM[3]
y con ello, daba fin, según pensé en aquellos días, a esos lastimosos
sentimientos y cuestionamientos que habían surgido de ver aquellas realidades.
Lejos estaba de imaginar que la cuestión seguiría martirizándome.
Dada la inquietud que me causaba
el caso, alguien me sugirió, escribir lo vivido, no en términos antropológicos,
sino como relato literario, y argumentó, cosa que me hizo mucho sentido, que
por medio de la escritura me podía liberar de aquellos engorrosos temas que
habitaban mi pensamiento. De esa experiencia, surgió no sólo un cuento, sino un
libro con otros relatos que se publicó bajo el sello de la Escuela Nacional de
Antropología e Historia y la Capilla Alfonsina.[4]
No se me juzgue de pretensioso al
iniciar esta reflexión refiriéndome a mi propia obra; cosa por demás odiosa,
sin embargo, no he podido hallar otra manera; dado que del contraste de las dos
obras citadas nacieron una serie de dudas que me llevaron a pensar en la
necesidad de una investigación mayor, así pues, me he visto en la necesidad de
ello.
Se trata entonces de un artículo
académico y de un relato literario, donde se aborda el mismo acontecimiento: el
atentado contra una esposa y el asesinato de un cerdo. De este contraste
surgieron las siguientes preguntas: ¿Puede la literatura como propósito final
dar cuenta, de manera más completa de la importancia de los complejos culturales?
¿Al entrar al relato literario se produce una “humanización” de los datos duros
y por ello éste se vuelve “no verdadero”? ¿La literatura puede aportar
elementos esclarecedores de manera más objetiva y afable, que el escrito
antropológico, sociológico, psicológico, etc.?, ¿cómo es que la escritura desde
las ciencias sociales aborda la realidad y en muchos de los casos no puede dar
cuenta de ella?
Al relacionarse con un objeto de
estudio, se puede seguir una lógica positiva, asumiendo un pretendido alejamiento
de dicho objeto, suponiendo entonces que, con ello, se minimice la posibilidad
de un análisis sesgado; ya no sólo por la subjetividad inherente al
investigador, sino por su sola presencia ante dicho objeto. Por otro lado, el
acercamiento al objeto de estudio desde la subjetividad implica, considerar
dicha subjetividad como una de las variables que deben considerarse.
Camino dice en su obra que: “Es
sin duda en la filosofía que la pregunta adquiere la mayor profundidad,
originalidad, vastedad (…)” etc. Esta primera aseveración es sin duda, como
toda afirmación filosófica sujeta a cuestionamiento, ejercicio necesario, en el
mismo ámbito. Lo afirmado por Camino con la acentuación mía en el: “sin duda”,
es principio suficiente para hacernos dudar de ella. El hombre religioso, por
ejemplo, se cuestiona a veces con más frecuencia, profundidad, originalidad y
vastedad sobre temas humanos. Ahora bien, que sus respuestas giren en torno al
orden teológico o sacro es harina de otro costal, pero sin duda, la pregunta
por la pregunta, aparece con dicha fuerza en muchos de estos hombres de fe.
¿Qué es entonces lo que le da la
particularidad a la pregunta filosófica? Menciona Camino, que “preguntamos con
palabras, y preguntamos en silencio”, incluso, agregaría yo, preguntamos con
señas, gestos, actitudes, rituales y con posturas del cuerpo. Agrega además que
nos preguntamos a nosotros mismos y a las cosas; también, creo yo, a los otros,
a los dioses y a la naturaleza. En todo caso el autor subraya esa capacidad de
“preguntarnos”.
Después de hacer un recorrido por
lo ofrecido por Platón[5]
y por Aristóteles[6],
en cuanto a la relación fonética, pero no etimológica de lo que en griego se
llama:
Erotáo (Yo pregunto) y Erotesis
(Pregunta) con Eros
Camino, continúa su discurso
aseverando que Eros, según la mitología griega nació con una naturaleza
bipolar. “El eros oscila entre la abundancia y la penuria”. En este sentido, el
autor afirma que Eros es un buscador de plenitud. Esta figura la relaciona con
la pregunta, pues posee lo que le falta, (respuesta). En este sentido el autor
recurre a una figura retórica, la anfibología[7].
Camino, hace una revisión
etimológica, desde el griego al latín, y de cuyas referencias me detendré en
una: la palabra interrogar, viene del latín “Interrogo” cuyo significado
deambula entre: “preguntar”, “rogar”, “pedir” e incluso, (dice el autor)
“implorar”. Cosa que según él mismo cita, aparece en el Nuevo Testamento. El
autor subraya este hecho, como “la búsqueda de una carencia. Es interesante, en
este sentido, en el caso de las preguntas científicas, preguntarse, si la
pregunta en sí, ¿debe responder a las carencias individuales, o las carencias
de la ciencia como un todo?
En todo caso, el autor retoma a
Heidegger, para hablar de la pregunta como una aspiración, aspiración que,
desde su punto de vista, está condicionada por Eros. No sólo es aspiración sino
como muestra Platón, sigue diciendo el autor, la filosofía está vinculada, por
supuesto al asombro. Es esta capacidad permanente en el niño. Preguntarse de
manera trascendente es preguntarse desde esta capacidad infantil, en el centro
de un remolino, donde nada está dado, por sí mismo.
Este asombro, bien lo puedo
relacionar con lo que he expuesto líneas arriba, no es que la duda haya llegado
a mi de la nada, sino que surgió del asombro, incluso diría, desde la angustia misma.
¿Puede la literatura acercarse a realidades de manera más preclara que la
ciencia?
Camino señala además que “toda
pregunta apunta a una respuesta y que de alguna manera adquiere con ella una
unidad de sentido, incluso como pregunta sin respuesta. Podríamos agregar desde
aquí que toda pregunta apunta a múltiples, variadas e incluso, contrapuestas
respuestas. ¿Quiere decir esto entonces, que es valida cualquier
interpretación? No, quiere decir que todas las respuestas como hilos
sobrepuestos y en relación son factibles como respuestas, incluso a veces estos
hilos son imaginarios que no se afianzan a la pregunta, pero simulan hacerlo.
En todo caso, como continúa explicando el autor; entender a la filosofía como
condición de asombro y a la respuesta como realización de ese asombro, o bien
como fuerza. y manifestación de esa fuerza, impone la búsqueda de una
comprensión, por lo menos, provisional a ese ruego, que subyace en querer
saber.
Hegel, según Camino apunta
precisamente a esto: “Toda pregunta expresa una situación de conflicto en el
sentido de una carencia o ausencia, que se manifiesta de un problema o
dificultad o aporía en general.” Es en fin esta carencia la que yo asumo, cuando,
por ejemplo, Cerletti, habla de la intencionalidad de la pregunta; de esta
intencionalidad de saber, de un saber sin supuestos.
Yo me pregunto en términos
generales, por las conexiones lógicas de dos proposiciones y para ello, asumo
la obra de Bruno Traven, “Canasta de cuentos mexicanos”, como una de las fuentes
ideales para contrastar, esta realidad.
Proposición 1
La literatura expresa
interpretaciones estéticas de los actos humanos.
Proposición 2
Las ciencias sociales pueden
generar interpretaciones complejas de los actos humanos.
Dada estas dos proposiciones yo
me pregunto si la literatura ser tomada como fuente, para abordar complejos
culturales. De ser así, ¿de qué manera?
[1] Cerletti, Alejandro 2008 La enseñanza de la filosofía
como problema filosófico, Buenos Aires, Libros de Sorsal.
[2] Camino Macedo, Federico “La pregunta
por la pregunta” en ARETÉ Revista de Filosofía. Vol XXXIV 1, p. 9- 19
[3] Durán Ortega, Alejandro 2016, “Puerquicidio y
perricidio. Tradición, poder y violencia entre las nahuas de Chicontepec,
Veracruz” en Ana Bella Pérez Castro / Patricia Martel Díaz Cortés /
Elizabeth Albine Mager Hois (Edit) Etnias y lenguajes de poder. UNAM, pp. 97
-118
[4] Durán Ortega, Alejandro 2024, De la sierra madre al
pavimento. Cuentos para el aguarte y dos poemas aferrados. ENAH/Capilla
Alfonsina/MC editores, 157 p.
[5] En el diálogo de Menón se encuentra la celebre
paradoja del preguntar.
[6] Se convierte en un estudio taxonómico. En todo caso, y
en ello si lo sigo, menciona el autor que la filosofía formula las preguntas
fundamentales, las primeras y las últimas, aquellas que por su radicalidad
pueden involucrar al preguntar mismo
[7] Anfibología: Figura retórica que consiste en utilizar
palabras de manera que puedan interpretarse de dos o más formas distintas
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