Algunas reflexiones sobre "El maravilloso viaje de Nils Holgersson”

 Sin duda una de la historias que de niño llamaron poderosamente mi atención fue “El maravilloso viaje de Nils Holgersson” de Selma Lagerloff. Me encantaron todas aquellas aventuras que un humano trocado en liliputiense mantuvo al lomo de un pato. Nils, el héroe del relato ha sido reducido de tamaño por obra de un duende quien le ha querido enseñar una lección debido a su mal comportamiento. El muchacho irá cambiando de espíritu y actitud a lo largo del viaje.
Fuente: http://www.ocio.net/estilo-de-vida/mascotas/como-incubar-huevos-de-pato/

La obra nos deja ver a toda Suecia vista desde las alturas, sus ríos, lagunas, montañas y la vida de aquellas gentes y costumbres de los animales. Las peripecias de Nils aparecen una tras otra, llenando al lector de regocijo y el texto no está falto de recomendaciones populares y sabias. Por ejemplo las palabras de un aldeano de Ostergotland, que queriendo saber el destino de su provincia había consultado a una dama que tenía por don ver el futuro, ésta le había asegurado que aquella provincia no decaería nunca en su fama, mostrándole un futuro cada vez más lejano y bueno. Sin embargo, el aldeano aquel no se conformaba con ello logrando la desesperación de aquella pitonisa y no fue hasta que la dama exasperada le dijo, “En este país habrá hasta el fin del mundo aldeanos tan testarudos y orgullosos como tú” que aquel quedó satisfecho. La actitud del aldeano desconcertó a la dama y le pidió una explicación. El aldeano contestó con la siguiente frase:
“Sólo los que doblen su cuerpo en el constante trabajo de la tierra podrán mantener de siglo en siglo la prosperidad y la gloria de mi provincia”.
Otra frase memorable es sin duda la pronunciada por un caballero ya anciano antes varios estudiantes: “[…] entre camaradas de nobles sentimientos, lo denso se hacía ligero, lo triste se olvidaba fácilmente y las esperanzas se cimentaban”. O aquella otra pronunciada por una madre antes sus pequeños hijos en el lecho de muerte, “Nada tiene de extraordinario –decía- morir después de haber cumplido con su deber; todos hemos de morir tarde o temprano; nadie escapa a la muerte, y que cada cual escoja entre morir con la conciencia limpia o cargarla de remordimientos”.
Sin embargo, no son estás frases llenas de moral y buen consejo las que llamaron mi atención, cosa curiosa, al releerla, me he fijado en tres pasajes que quisiera ofrecerles a su entender. El primero se trata de una excelente descripción sobre la vida entre los lapones. Es de manera calma y sin recovecos académicos, que Selma Lagerloff nos introduce en el capítulo XLV al mundo de aquella etnia. Nos habla de manera clara de la forma en que construyen sus tiendas y las cosas que usan para hacerla, nos muestra la vida al interior de una tienda lapona y nos explica a través de su relato la necesidad que los lapones tienen de seguir las migraciones de los renos y como de ellos obtienen casi todo lo necesario para vivir. En fin, que creo que difícilmente un etnógrafo superara esta descripción.
Por otro lado, no recuerdo cuantos gatos aparecen como personajes en la novela, pero uno en particular es, al menos para mí, de una fuerza poderosa. En la aventura, aquel gato no merece más atención que dos párrafos y ello fue suficiente para que pensara en él por un largo rato. El capítulo refiere a un pato que herido por bala fue a dar a una casa donde la dueña lo curó y le proporcionó toda serie de cuidados y cariño. Es precisamente a Jarro (que así se llamaba el pato) al que el gato (del cual no sabemos su nombre) se dirige. El texto dice así:
“Había, sin embargo, en la casa un gato que, si bien no le causaba ningún daño, no podía trabar con él una buena amistad, porque se burlaba de él con frecuencia acusándolo de estimar al hombre.
-¿Crees tú- le decía- que te cuidan porque te quieren? Ya verás como cuando engordes te retuercen el pescuezo, yo conozco a esas gentes.”

La actitud del gato es impactante, se trata ni más ni menos que de un lepero, de un cruel y despiadado animal, que sin temor expresa lo que piensa sin importarle lo que con sus palabras pueda causar a otro; y con él, ya todos los gatos del mundo nos parecen de la misma calaña. Así no puedo más que pensar; curiosa fuerza la que tiene la literatura al humanizar a los animales.
Por último, quisiera referir a otro capítulo que la autora nombra “la Noche de santa Valborg” la cual es una fiesta que ocurre en durante la noche y donde sobre todos los niños participan juntando montones de leña y otros desechos de madera con los cuales poder hacer grandes fogatas. Una vez llegada la noche las fogatas se encienden y todos, ancianos, mujeres, hombres, jóvenes niños y niñas se reúnen alrededor de ellas. “Permanecen allí con los ojos fijos en la fogata hasta que alguien tiene la idea de hacer un poco de café, puesto que se tiene tan buen fuego. Y a veces, mientras el agua del café se hierve, no falta quien refiere una historia, y cuando uno, otro comienza”.
La relación del fuego con el humano es harto misteriosa y se pierde en el principio de la humanidad. Yo mismo he sentido como al llegar a casa en medio de la sierra, no se tiene la certidumbre de bienestar hasta que el fuego aparece. El fuego provee una especie de seguridad, pero también cuando es encendido de noche, proporciona una necesidad de contar historias; entre más lejanas mejor. Esto es según creo una cosa universal, y creo además que ciertas historias están hechas de fuego.

Así pues, con todo ello pienso que tal como menciona Nils Holgersson al iniciar su viaje: “Esto era como volar por encima de la penas”.

Alejandro Durán Ortega

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