De chinches y otras delicias

 Ah chincharras…



Imagen tomada de El almohadón de plumas - Horacio Quiroga - Cuentos argentinos | Almohadas de plumas, Ilustraciones artísticas, Dibujos (pinterest.com)

De cuando en cuando se me olvida mi raquitismo, de cuando en cuando pienso que en verdad soy superior en algunas cuantas cosas. Y lo que digo para mí, vale para la humanidad. De cuando en cuando, me asombro del adelanto; (lo que sea que se entienda por ello) y volteo y me doy cuenta que, entre ciencia y técnica tienen logros sublimes. Que si las impresionantes arquitecturas, que si las investigaciones del genoma humano, que sí la inteligencia artificial y cuando más emocionado anda uno, de repente ¡zaz! Un bichito, una chinche o un virus nos pone en nuestro lugar.

De cualquier forma, es emocionante observar aquellos logros, sin embargo, hemos de estar atentos a que esa emoción es sólo eso, salir de un estado habitual, más lo habitual es lo común. ¿y qué es lo común? Lo común es que seamos una especie entre otras especies y que en términos biológicos nos veamos sometidos a las mismas reglas que rigen para todos. Este hecho se nos olvida constantemente.

¿Para qué entonces todos estos adelantos? Hay sólo dos objetivos, tratar de controlar la naturaleza, o más en concreto, tratar de prevenirse contra el azar, porque resulta que, aunque la naturaleza, actúa de manera regular, a veces, sólo a veces da saltos. Esos saltos pueden ser muy espaciados como las eras glaciares que trastornan todo el entorno o muy cortos, como los ocurridos últimamente, un virus que cobra miles de vidas humanas, o un grupo de chinches que decide presentarse a las aulas universitarias.

¡Ah que descaro de animales! Pero es que las chinches no saben si el humano es mexicano, francés, fifi, chairo o vaya a saber usted que otro pedigrí; las chinches simplemente hacen lo suyo.

Hace unos días que leía una nota que mostraba a estudiantes de la UNAM manifestándose en relación con las chinches y, me acordé de un viejo chiste que escuché en mi época de docente universitario. Se decía que si una lámpara se descomponía en el Tec. De Monterrey a las dos horas se remplazaba por una nueva; si una lámpara se descomponía en la Universidad Iberoamericana en 24 horas, otra ocupaba su lugar; si lo mismo ocurría en la UNAM, había que hacer un oficio y dependiendo la fecha, podría tardar entre uno o seis meses para ser sustituida; pero si una lámpara se descomponía en la Escuela Nacional de Antropología e Historia entonces había que hacer una asamblea para discutir los derechos de la lámpara a no ser cambiada. El chiste viene a cuento, porque exigir a la UNAM que no tenga chinches es pensar en quién es responsable de la flora y fauna. ¿Será Dios?

Pues bien, parece chiste, pero es verdad. En un vídeo que anda circulando en redes, se escuchan los reclamos ante las autoridades por esta aparición chinchera. Se exige fumigación, pero la abogada dice que las chinches vienen de sus casas; esto al parecer es cierto, las chinches aman los colchones y viajan en maletas y ropa. Es una especie que se adaptado muy bien a lo humano, junto con ratas y cucarachas. Aquí hay que detenerse a pensar en los que dicen por ahí: “uno atrae lo que es” y en el fabuloso cuento del almohadón de plumas de Horacio Quiroga.  (De nada, por la imagen para tu descanso)

En fin, que se nos ha olvidado que la naturaleza tiene sus reglas y que tarde o temprano, a pesar de la vanagloria, terminará por imponerse., ya sea a través de chinches, virus, ciclones, o la propia naturaleza humana.

Alejandro Durán Ortega

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