¿Qué esconde Bernarda Alba en su casa? Apuntes sobre la obra de García Lorca

Es común pensar que la obra de teatro “la casa de Bernarda Alba” trata sobre los enredos, enfrentamientos y duelos amorosos y sexuales que se dan dentro de la casa de Bernarda; mujer madura cuya actividad principal parece ser, sostener las apariencias ante unas convenciones sociales altamente demandantes. Lo que sucede allá adentro no se debe saber. Es cierto, el texto puede leerse de esa manera. Cinco hijas, una madre, una abuela y un hombre en medio de todo, hombre, por cierto, que no aparece nunca en el texto, diciendo “esta boca es mía.”  Una España rural, que bien puede ser cualquier pueblo hispanoamericano de antes o de hoy y donde, “el qué dirán” tiene mucho peso social.  

Por otro lado, en todo ese enredo un personaje que aparece tres veces en toda la obra, es desde cierta óptica, la clave de todo este asunto. La anciana madre de Bernarda aparece primero como mera referencia, la tienen sujeta debido a su condición de locura y ha escapado de donde la tienen sujeta, durante el duelo:

VOZ.-  ¡Bernarda! ¡Déjame salir!

BERNARDA.-    (En voz alta.) ¡Dejadla ya!

(Sale la CRIADA.)

CRIADA.-  Me ha costado mucho sujetarla. A pesar de sus ochenta años, tu madre es fuerte como un roble.

BERNARDA.-  Tiene a quién parecerse. Mi abuelo fue igual.

CRIADA.-  Tuve durante el duelo que taparle varias veces la boca con un costal vacío porque quería llamarte para que le dieras agua de fregar siquiera, para beber, y carne de perro, que es lo que ella dice que tú le das.

MARTIRIO.-  ¡Tiene mala intención!

BERNARDA.-   (A la CRIADA.) Dejadla que se desahogue en el patio.

CRIADA.-  Ha sacado del cofre sus anillos y los pendientes de amatista; se los ha puesto, y me ha dicho que se quiere casar.

(Las HIJAS ríen.)

BERNARDA.-  Ve con ella y ten cuidado que no se acerque al pozo.

CRIADA.-  No tengas miedo que se tire.

BERNARDA.-  No es por eso... Pero desde aquel sitio las vecinas pueden verla desde su ventana.

(Sale la CRIADA.)

La segunda ocasión donde aparece es ya con su propia voz y de hecho es el cierre del primer acto. La escena se desarrolla como sigue:

“(Se oyen unas voces y entra en escena MARÍA JOSEFA, la madre de BERNARDA, viejísima, ataviada con flores en la cabeza y en el pecho.)

MARÍA JOSEFA.-  Bernarda, ¿dónde está mi mantilla? Nada de lo que tengo quiero que sea para vosotras. Ni mis anillos ni mi traje negro de moaré. Porque ninguna de vosotras se va a casar. ¡Ninguna! Bernarda, dame mi gargantilla de perlas.

BERNARDA.-   (A la CRIADA.) ¿Por qué la habéis dejado entrar?

CRIADA.-   (Temblando.) ¡Se me escapó!

MARÍA JOSEFA.-  Me escapé porque me quiero casar, porque quiero casarme con un varón hermoso de la orilla del mar, ya que aquí los hombres huyen de las mujeres.

BERNARDA.-  ¡Calle usted, madre!

MARÍA JOSEFA.-  No, no me callo. No quiero ver a estas mujeres solteras, rabiando por la boda, haciéndose polvo el corazón, y yo me quiero ir a mi pueblo. Bernarda, yo quiero un varón para casarme y para tener alegría.

BERNARDA.-  ¡Encerradla!

MARÍA JOSEFA.-  ¡Déjame salir, Bernarda!

(La CRIADA coge a MARÍA JOSEFA.)

BERNARDA.-  ¡Ayudarla vosotras!

(Todas arrastran a la vieja.)

MARÍA JOSEFA.-  ¡Quiero irme de aquí! ¡Bernarda! ¡A casarme a la orilla del mar, a la orilla del mar!

(Telón rápido.)

La tercera y última ocasión es

(La escena queda casi a oscuras. Sale MARÍA JOSEFA con una oveja en los brazos.)

MARÍA JOSEFA                                                       

Ovejita, niño mío,                                                   

vámonos a la orilla del mar.                                     

La hormiguita estará en su puerta,                           

yo te daré la teta y el pan.                                        

Bernarda,                                                               

cara de leoparda.                                                    

Magdalena,                                                            

cara de hiena.                                                         

¡Ovejita!                                                                

Meee, meeee.                                                         

Vamos a los ramos del portal de Belén.                     

Ni tú ni yo queremos dormir;                                   

la puerta sola se abrirá                                            

y en la playa nos meteremos                                    

en una choza de coral.                                             

Bernarda,                                                               

cara de leoparda.                                                    

Magdalena,                                                            

cara de hiena.                                                         

¡Ovejita!                                                                

Meee, meeee.                                                         

Vamos a los ramos del portal de Belén.                     

 (Se va cantando.)

(Entra ADELA. Mira a un lado y otro con sigilo y desaparece por la puerta del corral. Sale MARTIRIO por otra puerta y queda en angustioso acecho en el centro de la escena. También va en enaguas. Se cubre con un pequeño mantón negro de talle. Sale por enfrente de ella MARÍA JOSEFA.)

MARTIRIO.-  Abuela, ¿dónde va usted?

MARÍA JOSEFA.-  ¿Vas a abrirme la puerta? ¿Quién eres tú?

MARTIRIO.-  ¿Cómo está aquí?

MARÍA JOSEFA.-  Me escapé. ¿Tú quién eres?

MARTIRIO.-  Vaya a acostarse.

MARÍA JOSEFA.-  Tú eres Martirio, ya te veo. Martirio, cara de martirio. ¿Y cuándo vas a tener un niño? Yo he tenido éste.

MARTIRIO.-  ¿Dónde cogió esa oveja?

MARÍA JOSEFA.-  Ya sé que es una oveja. Pero ¿por qué una oveja no va a ser un niño? Mejor es tener una oveja que no tener nada. Bernarda, cara de leoparda. Magdalena, cara de hiena.

MARTIRIO.-  No dé voces.

MARÍA JOSEFA.-  Es verdad. Está todo muy oscuro. Como tengo el pelo blanco crees que no puedo tener crías, y sí, crías y crías y crías. Este niño tendrá el pelo blanco y tendrá otro niño y éste otro, y todos con el pelo de nieve, seremos como las olas, una y otra y otra. Luego nos sentaremos todos y todos tendremos el cabello blanco y seremos espuma. ¿Por qué aquí no hay espumas? Aquí no hay más que mantos de luto.

MARTIRIO.-  Calle, calle.

MARÍA JOSEFA.-  Cuando mi vecina tenía un niño yo le llevaba chocolate y luego ella me lo traía a mí y así siempre, siempre, siempre. Tú tendrás el pelo blanco, pero no vendrán las vecinas. Yo tengo que marcharme, pero tengo miedo que los perros me muerdan. ¿Me acompañarás tú a salir al campo? Yo quiero campo. Yo quiero casas, pero casas abiertas y las vecinas acostadas en sus camas con sus niños chiquitos y los hombres fuera sentados en sus sillas. Pepe el Romano es un gigante. Todas lo queréis. Pero él os va a devorar porque vosotras sois granos de trigo. No granos de trigo. ¡Ranas sin lengua!

MARTIRIO.-  Vamos. Váyase a la cama.  (La empuja.)

MARÍA JOSEFA.-  Sí, pero luego tú me abrirás, ¿verdad?

MARTIRIO.-  De seguro.

MARÍA JOSEFA                                                       

 (Llorando.) 

Ovejita, niño mío.                                                   

Vámonos a la orilla del mar.                                     

La hormiguita estará en su puerta,                           

yo te daré la teta y el pan.                                        

(MARTIRIO cierra la puerta por donde ha salido MARÍA JOSEFA y se dirige a la puerta del corral. Allí vacila, pero avanza dos pasos más

La obra de García Lorca, muestra tres generaciones, pero más aún, muestra la casa. La casa puede ser una alegoría del alma. 

Estas tres apariciones de María Josefa, muestran el futuro. Se trata de una puesta en escena que te hace recordar, la lucha interior que sostiene cualquier individuo, donde el deseo se juega la preferencia contra la norma. En ese juego no es la obtención de lo deseado lo que más daño hace, sino que el mecanismo de mantener la apariencia, parece ser más dañino. 

La abuela, que ya no piensa en mantener apariencias da rienda suelta en su palabra al deseo “¡Quiero irme de aquí! ¡Bernarda! ¡A casarme a la orilla del mar, a la orilla del mar!”; sin embargo, ya es demasiado tarde.  Bernarda, representa muy bien el mecanismo de la apariencia, mientras que sus hijas, hace lo propio con el deseo. 

Lo que se juega en el interior de la casa de Bernarda, es lo que se juega en cualquier alma atormentada entre el deseo, (no necesariamente sexual) y las normas sociales. Lo que se expone es lo mal que le va a uno, cuando para resolver ese conflicto, optas por vivir de apariencias. La casa de Bernarda Alba es un gran Instagram o Facebook. Curiosa cosa que el futuro de estas tres generaciones, pueden estar representadas en la locura de esa abuela.



 Alejandro Durán Ortega

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