10 de septiembre
Empiezo a escribir tarde el día de hoy, así que no esperen mucho, pero platicaba sobre el nombre de las colonias, y cómo, el indagar sobre el origen de su nombre, te puede encajar en problemas. Claro está, que en complicaciones te puede meter cualquier topónimo, ya sea que su origen sea antropónimo o derivado de la geografía. El nombre de colonias, calles, ciudades, pueblos y hasta países tienen esta condición: significan, demarcan. Hay luego una segunda resignificación, el contenido ulterior generado por la historia, por el machacar del paso diario. Los humanos tendemos a nombrar las cosas y en el nombrar está el pensar. Palabra y pensamiento, así las cosas. Los nombres hacen territorios, el de mi barrio es nítido “el Cuerno” aunque la connotación sea alterable y en contraste la denotación se desvanece cuando sugieres “Mártires de Tacubaya”. Pongamos otro ejemplo, nombremos cuatro lugares, “Tacubaya, Ayotzinapa, San José Gracia, e Inglaterra. ¿Qué nos dice cada nombre? ¿Significan? Lo mismo pasa con los números, digamos al azar, 53, 43, 17, 1. ¿Adivinamos? Así parece. Más valdría razonar. Exceptuando el último nombre y número, todos los demás no se deberían olvidar en México.
Lo que por un
momento sí ocupó olvido en mi cabeza, fue la razón de andar investigando el
origen del nombre de mi colonia. Aquella frase de la maestra Pallares “no sabe
ni dónde vive” retumbaba en mi ansia y dicho enunciado se juntó con otro surgido
de Teutla, docente de “Civismo” Aquel mofletudo profesor, nos inspeccionaba con
la mirada, que asomaba por arriba de unos lentes redondos, y cuyo uso cotidiano
habían marcado su nariz con dos franjas rojas que contrastaban con el tono
blanquizco de su piel. Teutla, andaría por los sesenta años y sabía de memoria
todas las estrofas del Himno Nacional. Una semana entera nos hizo buscar,
diccionario en mano, el significado de: bridón, ceñir, sienes, pendón, y de cada
una de las palabras desconocidas para nosotros de aquella letra nacional. No
recuerdo si algo mencionó sobre el Guerrero inmortal de Zempoala, o de la sacra
bandera de Iturbide, que aparecían en la estrofa IV y VII, y que según sé, han
sido eliminadas. Cuestión, por otro lado, a la que deberías oponernos, pues a
mi juicio podrían funcionar como una especie de “estrofas comodines,” y así,
seguiríamos la tradición que el propio compositor inauguró bandeando lealtades.
Reproduciendo lo de Bocanegra, bien podríamos cantar:
IV
Del guerrero inmortal de Tabasco
Te defiende la espada terrible,
Y sostiene su brazo invencible
Tu sagrado pendón tricolor.
Etc.
O bien podríamos haber dicho:
VII
Si a la lid contra hueste enemiga
Nos convoca la trompa guerrera,
De Calderón la sacra bandera
¡Mexicanos! valientes seguid.
Etc.
En fin,
detalles menores, regresando a Teutla, otro interés poseía: de cuando en cuando
nos recetaba con una parte del Manual de Carreño. Precisamente con una de ellas
nos dio la bienvenida el primer día de clase. Entrando al salón el gis fue
detallando sobre el pizarrón:
Compendio de Urbanidad y Buenas Maneras. Manual
de Carreño
Es necesario que observemos en la escuela
una conducta circunspecta, sin levantar jamás en ella la voz, sin entregarnos a
otros pasatiempos que los que nos sean expresamente permitidos, y sin incurrir,
en suma, en ninguna falta que pueda hacer recaer sobre nosotros la fea nota de
irrespetuosos y descorteses.
En el momento
que Teutla escribía yo levantaba la mano y me estiraba en el asiento. Mi
pregunta, mi duda eran válidas y aplicables al momento, aunque tal vez no debí
gritar “profe ¿qué onda quiere decir eso de circunspecta? He de decir que
después lo supe y quiero afirmarles que para Teutla siempre recayó en mí esa
fea nota de irrespeto y descortesía, y supongo que a veces, más que eso.
Por otro lado
y amén de la fama que me cargué después de aquella intervención, la verdad es
que llamé la atención de Teutla, no sólo sobre mí, sino también de otros
compañeros muy parecidos. El profesor volteó y sin contestar mi pregunta, se
quedó mirando a todos y cada uno y seguro adivinaba futuros problemas. Por fin
preguntó, -¿Dónde vives?- “En el
Cuerno”, contesté sin titubear, ¿En el cuerno de qué? ¿De la luna? Risas
retumbaron en mi vergüenza, de ahí, Teutla bombardeó:
¿Calle?
Peruanos,
¿Colonia?
Mártires de
Tacubaya
¿Delegación?
Álvaro Obregón
¿Código
Postal?
……silencio….
¡Puta madre¡ pensé, ¿Cuál es el código postal?
Triunfó
Teutla, y con risueña burla, se dirigió al salón, - A ver, alguien que viva, cerca de dónde vive el “cornudo”.
Al fondo la mano tímida de un compañero cuyo nombre omito, pero digámosle “Jotaele”.
“Jotaele”; quien vivía a una cuadra de la casa, dijo con voz pausada y timorata:
cero…, once…, veinte... – ¡Repítalo! Dijo el profesor firmemente; cero…, once…
veinte… masculló el otro. El profesor, fijó su mirada en mí y dijo: anótelo, anótelo cien veces en su libreta, para que
siquiera sepa…, donde vive.
Decía yo que
hice que Teutla volteara hacia mí y a otros como yo, ¿Quiénes eran esos otros?
Los que veníamos de otras colonias a invadir la vida apacible clasemediera de
los de la colonias Escandón, Insurgentes y la del Valle. Éramos los “del Cuerno”,
“el Salitrero” “las Minas” éramos los del cinturón, ese cinturón que está
alrededor de las ciudades, el que hay que apretar en los recortes
presupuestales, el que hay que darle atenciones electoreras, pero nada más, como
decía Oscar Chávez:
Cada seis años mi amor
yo te juro amor eterno
pero siempre se me olvida
que cada seis años
rasuran a este gobierno.
Y siempre es igual
es picoso el mole
diferente el dedo
pero el mismo atole.
A veces pienso,
no hemos cambiado mucho…
Alejandro Durán
Ortega
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