Sobre el privilegio de ser leído y el sentido de la lectura

 Hace poco alguien me dijo "compraré tu libro pero no lo leeré, siempre me da sueño cuando leo". Leer no debe dar sueño, leer puede (aunque no necesariamente) sembrar sueños, transformar defectos y desarrollar cualidades. Digamos que uno es lujurioso, entonces tomas al Marqués de Sade, tal vez “Justine o los infortunios de la virtud” o “Las ciento veinte jornadas de Sodoma o la escuela del Libertinaje” acabado de leer, te darás cuenta que lo tuyo no era lujuria, sino simple calentura primaveral u otoñal según el caso. Digamos quizás que pretendes ser vanidoso, pues lees el retrato de Dorian Grey, y te das cuenta que tu belleza no es tanta, pues hasta la fecha nadie se ha interesado por pintarte y más bien eres simpático con un toque de inocente ignorancia. Pongamos el caso que eres resentido, pues lees “Pedro Páramo” de Rulfo, y te das cuenta que tu odio no llegará a matar un pueblo entero, y más bien lo único que se está matando es lo poco que queda de ti en tu alma. Así que querido amigo, amiga lee, lee de manera seria y concienzuda y puede ser que encuentres respuestas, que son germen de nuevas dudas. Obvio no digo que leas mi obra, eso, eso queridos amigos es una decisión del lector y un privilegio para el autor. Del resultado de todo ello, no puedo estar seguro.

Alejandro Durán Ortega 

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