Una vuelta más.
Fot. Alejandro Durán |
Año nuevo, la Tierra ha completado la vuelta alrededor de su estrella. Gaía vigila a Tonatiuh; nunca se cansa, pero ¡vaya!, todo tiene un fin. Mientras, te ceñiré esta noche; el abrazo me permite, abandonarte el resto del año. Déjame repetir hasta el hastío lo que veo en las marquesinas, ¡feliz año!, mi lugar común favorito; ¡felices fiestas! mi frase fingidora, ¡que este año que empieza traiga lo mejor para ti!, mi mejor manera de librarnos de culpas; ¡felices compras! la que ronda mi lengua como la tierra al sol, pero que nunca se acerca.
El computo del período anual dejó
de ser juliano, para ser gregoriano, aun así, Tlalli sigue enamorada de Helios.
Esa pasión no sabe de convenciones humanas. Mientras, fragmentaré ese trozo de
carne y comamos esas uvas. Déjame escuchar la zalamería conocida ¡que rico que
ha quedado!; ¡eres un artista de la cocina! La vianda me reconforta mientras
pienso en la sopa instantánea diaria, que a medio salir del horno, te dejo o me
dejo, porque tengo demasiada prisa por juntar algo que se me escapa de entre
los dedos.
Del cuánto dura el amor de la
Tierra y el sol, no podemos dar cuenta, ya sea en años siderales, trópico
medios o anomalísticos. Mientras, ¡vengan los propósitos y vengan los brindis! Bajar
de peso, dejar de fumar, comprar casa, terminar la carrera, nuevo coche, smartphone,
computadora, ropa o lo que sea, pero que sea nuevo. El brindis con vino tinto,
cerveza, sidra, o refresco de cola; no importa, sean pues las nimiedades culturales.
Cada proyecto así dicho, se trocará en despropósito, la humildad no cabe en
esta noche.
El sol muere lentamente, y la
tierra con él. ¡Qué importa! Ahora tenemos vino en la cabeza, la panza llena y
el futuro manifiesto, ya el universo conspirará con nosotros. Pasada la noche, nace
el día primero, y por consentimiento nadie trabaja, así que todo lo dicho será
el martes. En fin, sólo es, una vuelta más al sol.
Alejandro Durán Ortega
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