Apuntes sobre San Francisco y sus florecillas.
En cierta escuela de antropología
fui testigo de la siguiente frase… “las ideas de López Austin son ideas
anquilosadas”. La frase, dicha por alguien que en aquel momento, participaba de
uno de los proyectos de investigación etnográfica con mayor presupuesto de los
últimos años en México, me ha quedado grabada. El dicho, a todas luces majadero
estaba sustentado no en razones sino en prejuicios y un ego mal dirigido. El
prejuicio es pretender que todo autor anterior, es “anquilosado” o “superado” y
el ego mal dirigido radica en pretender que si te invitan a un paseo por
Palacio Legislativo, también eres diputado o senador. Sobre esto último, se
requiere psiquiatra y yo no lo soy, sobre lo primero algo hay que decir:
Todo pensamiento, es pensamiento
moderno. Lo es en cuanto que la lectura de un texto o autor antiguo, supone un
diálogo. El nivel de ese diálogo se encuentra en la potencialidad del texto, la
imaginación, formación e inteligencia del lector. Por ello creo que una frase
como “date la oportunidad de dialogar con los grandes pensamientos” o algo
parecido es una frase que tendría que esculpirse a las entradas de facultades
de humanidades y de ciencias sociales. Al respecto cuando un estudiante
pregunta ¿Qué leo? Siempre respondo, “lee todo lo que puedas completo y lee
bien.” En fin, que en mi caso pareciera raro el interés, de leer algo como: “Las
florecillas de San Francisco”, no sólo es raro sino que para ciertos bufones,
podría ser motivo de burla.
He leído por ahí, que leer un
texto antiguo es entablar diálogo con hombres sabios del pasado; y creo que el
dicho tiene razón; sin embargo entablar un diálogo presupone el compartir
cierto nivel el uso de un código común. En este sentido, el diálogo con un
texto antiguo es un reto; reto que necesita formación, inteligencia y disposición
para franquearlo. Nada te ofrecerá digamos, Cervantes si no procuras allegarte
a su idioma, al contexto histórico filosófico y literario en el que fue
escrito; nada te susurrará si no usas la razón, sin por ello evitar la emoción,
y por supuesto nada de ello ocurrirá si no hay disposición.
A pesar de lo que se pudiera
pensar, lo más difícil de encontrar en estos días es la disposición a usar la
razón y embarcarte en el proceso de formación. No hay disposición para ello, incluso
en los centros que a ello se dedican.
En el caso de las florecillas, la
dificultad se vuelve mayor, dado que en principio es un texto que nación en
latín y que tiene una antigüedad de aproximadamente 700 años. Es además un
texto que tiene su origen, como muchos otros, en la tradición oral y presupone
entonces una paternidad colectiva. La oralidad al plasmarse en un texto pierde
un poco su capacidad plástica y dicha capacidad queda en gran medida en el
lector. Sin embargo, la advertencia con la que te recibe el texto puede un poco
dar cuenta de esta creación colectiva:
“Lo que se
halla en de bien en estas líneas no pertenece al paganismo ni a la humanidad
sino a Dios, autor de todo bien”.
En cierto sentido, la advertencia
es válida aún para el no creyente, dado que al ser la ser las florecillas fruto
de la tradición oral, no pertenece a un hombre o grupo de hombres en
específico, sino que han sido construida de forma colectiva, remudando significado,
no sólo por lo dicho, luego escrito y traducido, sino porque que cada lector la
vuelve a construir. En el caso de las florecillas, creación y lectura son
colectivas. Se me dirá que pasa así con cualquier texto, no para el que tiene
autor específico. Se podría decir luego que en cierto sentido, se hermana a
Iliada o la Odisea, no es así, si se considera que es un sólo hombre las
condensa; en el caso de las florecillas, múltiples narradores-escritores
intervienen. En el Quijote hay varios narradores dentro del texto, pero un solo
escritor: Cervantes. Y por el último, el tema, se trata de un tema sagrado,
tratado a manera de dar ejemplo. Hay en este texto, lecciones que deberíamos
reconsiderar, sugiero que tal vez, podríamos hacer caso a Federico Muelas,
poeta, editorialista y guionista español que en el prólogo sugiere: “Hay que
llegar a las Florecillas con ansia viva de lección y no con simple curiosidad
de lector”. Así pues considero que un mundo donde el prójimo sólo sirve de
escalón y la naturaleza de despensa, tal vez algo nos puede enseñar aquel
hombrecillo que como dice el mismo Muelas, “convocaba a los pájaros y amansaba
a las fieras”.
Tres temas relevantes pongo en la
mesa para la reflexión: la importancia de las prácticas de la orden en el
proceso de evangelización de América, tema que atañe al historiador. Las prácticas
chamánicas de San Francisco y sus primeros discípulos; tema que atañe al
antropólogo y las enseñanzas filosóficas que plantea Francisco en tanto al
trato de uno mismo, de los otros y de la naturaleza Conviene entonces leer la
historia de este santo y sus florecillas, conviene para el historiador y
conviene para el antropólogo, y me atrevería a decir conviene al mundo.
El historiador bien sabe que San Francisco
emula a Cristo al elegir a doce que le sigan, y lo mismo hará Fray Martín de Valencia
a la hora del inicio de la evangelización de América. La importancia de releer las
florecillas es mucha entonces, pero propongo detenernos en una sola cuestión:
se ha dicho que el espíritu de los misioneros franciscanos en el nuevo mundo era
el de el “milenarismo”; es decir la idea la segunda venida de Cristo y el fin
del mundo, hay en las florecillas algo que no cuadra con esa idea y que difícilmente
no sería de notar por los seguidores de Francisco. Por ser tan corto el texto
donde ese tema trata lo pondré completo:
Un noble caballero de Masa de San
Pedro, que tenía por nombre Meser Landolfo, el cual era devotísimo de San
Francisco y, finalmente, recibió de sus manos el hábito de la Tercera Orden,
fue de la siguiente manera certificado de la muerte de San Francisco y de sus
santos gloriosos estigmas:
Estando San Francisco cercano a su
muerte, el demonio entró en el cuerpo de una mujer del dicho castillo, siendo
cruelmente atormentada, y la hacía hablar tan docta y sutilmente, que cuantos
hombres sabios y letrados acudían a disputar con ella eran vencidos. Sucedió
que salió el demonio, dejándola libre durante dos días; pero al tercero la
volvió a atormentar mucho más cruelmente que lo hacía antes. Oyendo contar
estas cosas, fuese a verla Meser Landolfo, y preguntó al demonio, que se
hallaba en ella, por qué razón había partido, dejándola durante dos días, y
después, volviendo, la atormentaba más cruelmente que antes. Contestó el
demonio:
-La dejé para reunirme con mis
compañeros de estas tierras, afanosos en caer sobre el mendigo Francisco para
tentarle en la hora de su muerte; pero tenía su alma rodeada y defendida por
mayor número de ángeles que la llevaron al Cielo derechamente, y nosotros nos
retiramos confundidos; por esto le hago pagar a esta miserable el descanso que
tuvo aquellos dos días.
En vista de lo cual el dicho caballero
Meser Landolfo lo conjuró, de parte de Dios, que dijese la verdad acerca de la
santidad de San Francisco, que decía haber muerto, y de Santa Clara, que estaba
viva.
Contestó el demonio:
-Quiera o no, te he de decir la
verdad. Estaba tan irritado el Padre Eterno por los pecados del mundo, que
parecía dispuesto a dar en breve tiempo la sentencia definitiva del exterminio
de los hombres y de las mujeres, si no se enmendaban. Pero Cristo, su Hijo,
intercediendo por los pecadores, prometió renovar en el pobre y mendigo
Francisco su vida y Pasión, cuyo ejemplo y doctrina llevaría a muchos y en
todas partes al camino de la verdad y la penitencia. Y para mostrar al mundo lo
que hizo el santo Francisco, quiso que las llagas de su Pasión, que le había
impreso en vida, fuesen ahora en su muerte vistas y tocadas. De la misma manera
la Madre de Cristo prometió renovar su humildad y pureza virginal en una mujer,
en sor Clara, de suerte que con su ejemplo arrebatase de nuestro poder muchos
millares de mujeres. Y aplacado Dios Padre con estas promesas difirió la
sentencia definitiva.
Deseando el caballero Meser Landolfo
asegurarse de si el demonio, el cual es padre de la mentira, decía la verdad en
todo esto y en especial acerca de la muerte de San Francisco, envió a Asís a un
sirviente fiel para que se informase en Santa María de los Ángeles si San
Francisco era vivo o había muerto; y en llegando el referido siervo encontró
ser cierto lo declarado por el demonio, y volviéndose refirió a su señor que
San Francisco, efectivamente, había muerto el día y hora que el demonio
afirmaba.
En loor de Cristo. Amén.
Si al demonio hacemos caso, Dios difirió
la “sentencia definitiva” gracias a Cristo y María su madre, vía San Francisco
y Santa Clara. Y sí la lógica no falla, los franciscanos posteriores se
hallaban más ocupados en arrebatar al diablo las almas ganadas por él, que por
el apocalipsis. De haber creído lo primero, los franciscanos habrían dudado de
los logros de su mentor cuyo mayor logro sería el indicado por aquel demonio. Sólo
quedaba entonces demostrar la eficacia de su tutor, seguir la regla y
consolidar lo hecho. Por ello sin duda, llegaron doce, por ello también se
preocuparon por aprender y registrar las lenguas nativas y conocer las
prácticas de aquellos indios; la creación de colegios etc. ¿qué caso tendría
todo esto si el final estaba cerca?
Ahora bien conviene a la
antropología leer con calma aquellas Florecillas. Muchas son las coincidencias
que se hallan en estos pasajes con lo que ahora se nos presentan como exclusivo
del mundo mesoamericano; y ya sea por poligénesis o por incrustamiento, hayan
llegado a América conviene observarlas.
San Francisco y sus primeros
allegados son chamanes que logran comunicación efectiva con lo sagrado. En toda
la primera parte de las Florecillas, es constante que uno u otro monje, sea
arrebatado a lo divino. En todo ello era común el ayuno y la oración por días y
noches enteras, vía que sabemos es común para llegar al éxtasis por parte de los
chamanes. La segunda parte de la Florecillas “Capítulos de las santas sagradas
llagas de San Francisco y de sus consideraciones” son el camino chamánico de
San Francisco. Existe una preparación del espacio, indicaciones precisas y una consideración
perfecta del estado chamánico, es decir, una relación perfecta entre el mundo
sagrado y el profano.
Por otro lado, en este mismo
documento, tal como en los mitos mesoamericanos, se da cuenta de cómo fueron
creadas ciertas partes del mundo:
Y dichas estas palabras, dioles su
bendición y fuese a la celdita del árbol; y los compañeros quedáronse en el
lugar dicho, proponiéndose firmemente observar lo que San Francisco había
ordenado. De allí a pocos días, estando San Francisco junto a la celda
consideraron la disposición del monte y maravillándose de las grandes grietas y
derrumbos de piedras enormes, se puso en oración, y entonces le fue revelado
por Dios que habían sido hechas aquellas cosas maravillosamente, en la hora de
la Pasión de Cristo, cuando, según dice el Evangelista, las piedras se
rompieron. Y quiso Dios que esto sucediese especialmente en el monte de
Auvernia, porque en él se había de renovar la Pasión de Nuestro Señor
Jesucristo: en su alma, por amor y compasión, y en su cuerpo, por la impresión
de las santas sagradas llagas. Habida que hubo San Francisco esta revelación,
se encerró en su celda y se dispuso a entender el misterio de aquella
revelación.
El texto es interesante por su
parecido en forma con alguno mitos mesoamericanos actuales, yo mismo he
recogido entre los nahuas un mito que narra la creación de la sierra debida a
los cuarenta días y cuarenta noches que Jesucristo anduvo por ahí, cada monte
es un lugar donde él se sentó a descansar.
Así mismo es común entre otomíes,
tepehuas y nahuas, incluso para mestizos decir que cuando un nahual, duende o
bruja se acerque se le puede ahuyentar amenazándolos con darles de comer “tacos
de mierda”; al respecto es maravillosamente esclarecedora la historia de Fray
Rufino en el capítulo XXIX donde se relata lo siguiente
Y llegándose a San Francisco contole fray
Rufino, por su orden, toda la tentación que había tenido del demonio, exterior
e interiormente; y éste le demostró claramente que el que se le había aparecido
era el demonio y no Cristo, y que en manera alguna debía consentir en tales sugestiones,
y que en adelante, cuando el demonio le dijese «Estás condenado», contestase:
«Abre la boca y te la llenaré de estiércol». «Y tendrás por señal, añadió, de
que es el diablo; porque en acabando de dar esta respuesta huirá enseguida. Sin
necesidad de esto debías haber conocido que era el demonio, porque te endureció
el corazón para todo bien, lo que es propio de su oficio; pero Cristo bendito
jamás endurece el corazón del hombre fiel, sino por el contrario, lo enternece,
según dijo por la boca del profeta: “Yo os quitaré el corazón de piedra y os
daré un corazón de carne”».
Más adelante señala:
Volviose fray Rufino a su retiro de la
selva donde vivía, y hallándose una vez en oración, bañado el rostro de
lágrimas de penitencia, vio venir el enemigo en figura de Cristo, según la
apariencia exterior, y le dijo:
-¡Oh, fray Rufino! ¿No te he dicho que
no hicieras caso al hijo de Pedro Bernardón y que no te fatigases con lágrimas
y oraciones, porque estás condenado? ¿De qué te servirá atormentarte en vida si
después de muerto has de condenarte?
Inmediatamente fray Rufino contestó al
demonio:
-Abre la boca y te la llenaré de
estiércol.
Al oír esto el demonio, muy indignado,
se alejó de allí promoviendo una tempestad y conmoción tan grandes en el monte,
que muchas piedras se salieron de su sitio y con espantoso estruendo rodaron
hasta el llano; y fue tan grande el choque que produjeron al rodar, que
hicieron arder con llamas horribles los árboles del valle.
Dé dónde pues procede esta idea
del estiércol como elemento contra el mal. Muchos otros rituales indígenas implican
la mierda. En un ritual recogido por mí es necesaria la mierda de guajolote mezclada
con cal para alejar a los duendes.
Por último, es necesario decir
que en la actualidad existe una fiebre por busca de la espiritualidad. Este
mundo materialista, al borde del extinción busca, en particular occidente busca,
y busca en el budismo, en el hinduismo, en Jung en Freud, en el mindfulness, el
estoicismo y un largo etc. No se la ha ocurrido voltear sobre sí mismo. Se
interesó tanto en desmitificar a las iglesias y al cristianismo que terminó
tirando el agua, con todo y niño y bañera… Convendría recordar entonces que al
franciscano Fray Juan de Auvernia había quedado “sin amor de Dios, muy
desconsolado, afligido y apenado”. Los ateos y agnósticos pueden quitar la
palabra Dios, para que no se les atore en el gañote, “Sin amor, quedarás
desconsolado, afligido y apenado.
Alejandro Durán Ortega
Me llamó la atención la figura de san Francisco como Chamán, jamás lo hubiera pensado de esa forma pero analizando sus características espirituales te doy la razón. Muy interesante tu texto.
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