Sobre el día de San Lucas, el Covid y la poesía como elemento de sentido.

 A la vida ¿qué se le pide, o qué se le da? ¿En dónde están las respuestas sobre el sentido último de la existencia? Son cuestiones en el pensamiento de cualquier cultura que han estado presentes y se han indagado de una u otra manera. La filosofía ha sido uno de los mecanismos preferidos por occidente para abordar dichas preguntas; otras culturas las han abordado a través del mito y del ritual, y la mayoría lo han hecho desde la poesía.

La Reina Roja Maya
Fotografía: Alejandro Durán

Se trata de preguntas trascendentes y que trastocan los más profundos miedos y deseos de lo humano. Acaso, el enfrentamiento con la muerte es el principal tema. El sentimiento de no ser nada, por mucho, mucho, tiempo puede ser desolador. Ante esta inevitable soledad eterna, la poesía permite una rendija, un pequeño hueco que puede darle consuelo a la muerte o si se quiere, sentido.

En el caso del pensamiento mesoamericano la muerte y la vida han estado intrínsecamente ligadas; la una no es posible sin la otra, y por supuesto la conciencia de no vivir eternamente está presente:

Aunque sea de Jade

Yo Nezahualcóyotl lo pregunto:

¿Acaso de veras se vive con raíz en la tierra?

No siempre en la tierra

sólo un poco aquí.

Aunque se de Jade se parte,

aunque sea de oro se rompe,

aunque sea plumaje de quetzal se desgarra.

No para siempre en la tierra:

sólo un poco aquí.

(Poesía de Nezahualcóyotl con traducción de Miguel León Portilla, 2012: 29)

En otro lado del mundo, con otra cultura a cuestas, Omar Kheyyam poeta nacido en Naishapur de Korassam en el siglo XI de nuestra era hacía lo propio en poesía  y sus textos han llegado a nuestros días con una fuerza tremenda. José Ginerte dice en el prólogo de su libro que:

“Tal como se nos presenta en su obra, Kheyyam no es más que un reformador, Inicia su primer verso con un ¡Despertaos! Vigoroso como el canto matinal de un gallo, con el que quiere desvelar a la humana conciencia, anunciando la aparición del sol de la sensatez, para que abran bien los ojos a la luz de la realidad. Kheyyam siente una profunda conmiseración por la humanidad que sufre y gime en este valle de lágrimas […]”

Kheyyam, nos invita a entender la muerte y a valorar lo trascendental de la vida. Es, como dice Ginerte: un reformador, sus palabras resuenan hoy como lo hacían hace siglos:

¿Hasta cuándo voy a temer por mi fortuna

y a sentirme angustiado por dichas y desgracias?

Llena mi copa, amigo, pues no sé ya si el hálito

que ahora estoy aspirando lo exhalaré viviente.

En algunos lugares de México el 18 de octubre se celebra a los muertos fallecidos en “desgracia”, esto es, que murieron de manera trágica: asesinados, ahogados etc. y de muchos mexicanos es conocido que el 31 de octubre se celebra a los adultos fallecidos por muerte natural, mientras que el primero de noviembre se recibe a los niños, despidiéndolos el 2 de noviembre. Ante todo ello, yo me pregunto ¿Qué día tenemos que celebrar a los muertos por Covid? ¿Esta es una muerte natural o es una muerte  trágica que nos arrebató a un ser querido?

Me inclino por la segunda; las muertes por Covid se tendrían que celebrar el 18 de octubre. El Covid tiene más que ver con las necedades humanas que con los hechos biológicos puros. Ese virus tiene que ver más con el no saber vivir, con la idea de acumulación, de desarrollo mal entendido, con el consumo, con las malas decisiones políticas. Esas muertes son pues, una desgracia.

Alejandro Durán Ortega

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