Revistas estudiantiles en la Universidad Veracruzana y en la ENAH
Asistí antier, invitado por una alumna a una presentación de revistas de estudiantes de Letras Hispánicas de la Universidad Veracruzana. Los muchachos cursan el tercer semestre y el ejercicio se realizó a petición de uno de sus profesores que, si mal no estoy, imparte la materia de literatura hispánica en el siglo XIX. El entrenamiento fue exitoso si se piensa en que los estudiantes se ocuparon de formar una revista desde cero; el proceso para ello, no es nada sencillo. Lo sé porque hace algunos años fui testigo como en la Escuela Nacional de Antropología e Historia surgía “Voragine, Versión Etnohistórica,” comandada por una serie de etnohistoriadores en ciernes que pujantes llevaron a cabo esa tarea. Entre ellos recuerdo a Rodrigo Hernández Sandoval, Aaron Velázquez, Cristina Masferrer, y otros más.
Desconozco si aquella revista
sigue viva, se formó en el primer año que fui Jefe de Carrera y me siento orgulloso
que haya surgido en ese momento; sin embargo, he de decir que, a diferencia de
las presentadas ayer, “Voragine” surgió por iniciativa estudiantil y su dependencia
únicamente radicaba en los procesos de acuerdo o desacuerdo del mismo grupo de estudiantes
que la gestaron. Esta independencia es fundamental para cualquier revista de este
calado. Según recuerdo la revista no dejó de ser botín para algunos profesores que
vieron en ella una manera fácil de publicar. Nada más alejado de dicho
pensamiento, aquel grupo supo defender su independencia de pensamiento.
No se me confundan, no es que yo
piense que un profesor nada tiene que decir acerca de un proceso como el referido
en el párrafo anterior; lo tiene y mucho. Su experiencia puede aportar valiosas
cosas, pero un ensayo de esta naturaleza, desde mi punto de vista tiene que
aportar en principio, la posibilidad del fracaso. El fracaso es la parte
fundamental del proceso formativo, y me refiero al fracaso propio, pero dicho
tema podría ser objeto de un ensayo de varias cuartillas y no de un espacio de
escritura diaria como este.
Antier, las revistas (eran cuatro)
fueron presentadas, por sendos doctores en letras, y claro está, uno esperaría
tal vez, que los estudiantes hubieran arrebatado el micrófono; pero no, la UV,
no es la ENAH, (afortunada o desafortunadamente). El ejercicio fue valioso,
porque puede tener en germen una revista futura, con alma estudiantil, con ese “no
sé qué” que hace cantar: “me gustan los estudiantes, jardín de nuestra alegría”.
De cualquier manera, los cimientos se están colando…
Alejandro Durán Ortega
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