Xalapa y Casa Doña Falla
El día de ayer
asistí a la conferencia que impartieron el Arquitecto Abraham Broca y mi querida
amiga Esther Mandujano García. La cuestión giró en torno a la rehabilitación de
una de las casas más emblemáticas de Xalapa conocida como casa “Doña Falla”, hipocorístico
de “Rafaela”; y es que Rafaela Murillo Pérez era el nombre de una de las dueñas
de dicha casa. En fin, que aquella me recordó cómo los wixárika, establecen los
tukipas, siempre pensando en puntos cardinales ancestros y cosmología. Siendo
una casona de gente acomodada económicamente, se logró una maravilla arquitectónica,
aunque claro está, no siempre lo segundo es resultado de lo primero, antes, al
contrario, luego se observan casonas con mucho mal gusto, pero con harto
dinero.
La arquitecta Esther Mandujano, el poeta Sergio Alarcón y un servidor |
Casa Doña Falla, tiene alma, esa alma emergió del emblemático lugar donde fue construida, pero que se posibilitó gracias a las luces del Ingeniero José Barroeta y que vino a consolidarse con la presencia de Doña Falla que albergó a gran número de estudiantes que migraban a la ciudad xalapeña. Casa Doña Falla tiene alma, alma que logró conservar la arquitecta Esther Mandujano García.
Siempre he dicho
que Xalapa es una ciudad que se niega a ser ciudad. Los xalapeños son celosos de
lo suyo; pero siendo capital, los fuereños, ya sea que vengan de las Choapas, o
de Huayacocotla hemos terminado por ocuparla. La competencia no se hace esperar
y muchos de cuño xalapeño luchan por controlar espacios, puestos, y se
repliegan haciendo frente a una imaginada invasión. Se trata de una lucha
perdida, toda capital tiende a volverse cosmopolita. En el imaginario de muchos
veracruzanos se encuentra más cerca el puerto de Veracruz que Xalapa, en el
caso de la sierra de Huayacocotla, se encuentra más cerca Pachuca que nuestra propia
capital.
Xalapa, desde mi
punto de vista, debería pues abrirse más, La fuerza de Xalapa está en su amable
e inteligente relación con el exterior y no en el enconchamiento. El ejemplo
claro está en casa Doña Falla, lugar, donde se albergaron muchos estudiantes
que luego resonaron en la historia del Estado y de la nación. Doña Falla les
dio cobijo y logró hacer de su casa, la casa de todos.
Alejandro Durán
Ortega
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