De cuando no se tiene nada sobre que escribir.

Hoy no escribí la nota diaria, usted disculpe. Tengo pretexto: iniciamos a cosechar en la casa, y durante todo el día me preguntaba sobre qué tema bordar. (Me gusta el verbo bordar, creo que en un verbo incluyente, bordas la tela, bordas la vida, entretejes la calma y la locura). Así  pues, me metí en la milpa y me preguntaba sobre la viabilidad de escribir diario, mientras metía el cosechador en medio de las hojas, a la vez que los granos, blancos unos, amarillos otros y entre rojos y morados algunos más, me iban saludando. El maíz tiene es condición, de mandarme mensajes chiquitos.

En eso de sacar mazorcas andaba, cuando me pregunté si el escritor escribe por un mero sentimiento hedonista o si acaso pretende decir algo a alguien; y si fuera lo último, yo ¿a quién le quiero decir algo? El que sí me dijo algo útil fue mi padre, y fue bastante claro, hay que cosechar con luna maciza. (También me gusta el verbo amacizar, más porque puede ser verbo y sustantivo. La palabra maciza implica la idea de fortaleza, “esa casa tiene que quedar maciza”, “tu vida puede ser maciza” es decir firme; pero también puedes llegar con el joven del puesto y pedir tres de maciza junto con los de cuerito y, la palabra como verbo es mucho más maravillosa: “amacízalo” escuché decir a un amigo cuando había agarrado un conejo; se refería a que lo sujetara fuertemente.  

En el pantalón se me iban clavando las pequeñas espinas de la “rosilla”, cosa que es por demás molesta si traes ropa de algodón. Cosechar no es nada cómodo por estas espinas, pero siempre me he imaginado que sólo se defienden. Al quitarme las espinas de las agujetas de las botas, donde también habían llegado, pensé sobre el destino de mis escritos, y concluí que ojalá la vida me permita bordar macizo, con la única intención de ser, como espina de rosilla.

En eso se me fue todo el día y, no pude hilar pensamiento alguno para poder escribir la nota diaria, pido pues, disculpas desde aquí.

 

Alejandro Durán Ortega