Sobre el amor envuelto en basura, o el gran Potlach occidental.
La navidad en occidente.
Ocho días y será navidad. Millones
de foquitos eléctricos parpadean en las ciudades y en los pueblos recordándonos
que el tiempo es festivo. La romantización de las fechas ha llegado desde diferentes
vías; desde lo religioso, lo espiritual, y ahora sobre todo, desde un
capitalismo deseoso porque el mundo no se detenga, “el tiempo es oro” dicen. El
capitalismo bien ha sabido usar esos sentimientos de armonía, hermandad y paz a
su favor. Tanto los ha usado, que los ha vaciado de contenido y los ha llenado
de consumo.
La armonía, para el capitalismo tiene que estar representada en algo material: bufandas, relojes, carteras, perfumes, anillos, chalecos para usted, chalecos para el gato, para el perro y la tortuga, (llévelo, llévelo). El intercambio de regalos se impone y se impone el desacuerdo, porque alguien compró unos chocolates de 50 pesos o una bufanda horrible, para un cierto gusto refinado, y se impone también la competencia, el potlach occidental en toda su extensión. (Para aquellos que no saben que es el Potlach, lo vamos a reducir aquí a un intercambio de regalos llevado a cabo por ciertos grupos indígenas de la costa Noroeste de Norteamerica, donde lo que está en juego es el prestigio). A diferencia del potlach original el potlach occidental tiene un solo ganador: el capitalismo.
Amén de los regalos en sí, es
decir del objeto a regalar, se ha impuesto que éste tiene que venir envuelto,
envuelto en cajas, papeles, y celofán; un gran moño remata todo el complejo, y
al niño le brillan los ojos, y ahora ha aprendido que el amor, viene envuelto
en cuatro capas de basura no biodegradable.
La hermandad, representada en
compartir la comida, ahora se transfigura en un banquete exagerado: miles de
litros de cerveza, vino o cualquier otra bebida embriagante serán comprados, miles
de kilos de carne, de cerdo, pollo, guajolote etc. serán colocados al centro de
la mesa. Estos elementos serán a través de los cuales se representará “la
hermandad”. Por supuesto que la critica
a la cuñada que no coció bien el pavo, o a la suegra que no sabe cómo se deba
hacer una ensalada rusa, estarán presentes. Algunas veces, la cena termina en
desacuerdos, por la mala sazón o por la rencillas añejas, pero ¡vaya! la
hermandad se tiene que llevar a cabo.
Celebrar el nacimiento de un niño
judío ha sido trascendente para muchos cristianos, sin embargo, a otros no les
queda tan claro las razones para celebrar, pero se dejan llevar amablemente por
el ambiente. En el contexto de la pandemia muchas familias no se reunirán y
algunas otras haciendo caso omiso de las advertencias lo harán. La cuestión se
nos plantea en un punto de crisis donde la disyuntiva, es que es en la familia,
en el grupo, en lo social pues, es donde el individuo encuentra abrigo, y miren
que lo necesitamos en una sociedad en crisis en muchos sentidos.
Amigos, amigas volvamos a la familia, a lo colectivo, para
los que crean en él, a las enseñanzas de Jesús, pero sugiero, que lo hagamos sin envoltorios, y
entonces sería viable preguntarnos, si le quito el contenido que el
capitalismo, le ha metido a la palabra armonía, hermandad y paz, me asomo y ¿qué
queda?, verán amigos y amigas que las lucecitas están de más.
Alejandro Durán Ortega
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