Sobre el uso de las malas palabras.

La política a secas  

El término “político” ha terminado por imponerse en el uso cotidiano del pueblo, como sinónimo de ladrón, mentiroso, aprovechado, o en el mejor de los casos como, parlanchín. Nadie quiere ser “político”. Incluso, los políticos de profesión rehúyen el concepto, algunos de ellos, de forma ignorante, o mañosa,  asumen que no lo son, debido a la connotación que ha adquirido la palabra.


Si en general la palabra “política” ha adquirido mala fama, se debe a lo que han hecho los que supuestamente se dedican a ella. Y entre lo que originalmente definía el concepto y el andar de los políticos hay un trecho enorme.

Si a la raíz etimológica del término nos atenemos, resulta que política, deviene del griego “politikós” que refiere a las polis, (ciudades griegas). Y en ella se encierra la idea de lo que ocurre de publico en las polis, corresponde meterse a los ciudadanos. En estos momentos, me parece que no hemos salido de una discusión de siglos, que se ha mantenido vigente y que es fundamental. San Agustín por ejemplo, entendía muy bien que la política se trataba de “poder” pero también hablaba del Bien Común. Maquiavelo en cambio, no dudó en definir la búsqueda del poder como eje principal de la política. El análisis de estos dos autores, merecen miles de páginas, sin embargo sus ideas han sido usadas por muchos, incluso sin saber que de ellas derivan. En todo caso la mala fama que adquirido la palabra, procede no de ellos, sino como refería arriba, del actuar de los políticos.

Considero dos ámbitos en los que se puede entender la política en la actualidad. El primero es la política electorera cuyo único fin es acceder al poder; el segundo, es el ámbito de la política de “a pie” donde los ciudadanos pudieran interesarse, e intervenir en las decisiones públicas. En el primero de estos ámbitos el advenimiento del capitalismo rampante en el que estamos metidos ha dominado cualquier intento por llevar al poder a cierto tipo de político; (al interesado por la política) y ha hecho emerger al que no es político, (al empresario). La cuestión está perdida desde que se considera que el primer requisito para ser candidato en estos días, es tener capital económico, sin él, (me refiero al capital), nada más no se puede competir.  De dónde se sacarían las dádivas, la maquinaria pagada en redes sociales, los asesores, las gorras, las tortas y un largo etc. De esta manera el empresario no es político, es y seguirá siendo empresario y buscara ya con el poder político, no el bien común y ni siquiera el propio, (pues dudo mucho que alguien que basa su vida en acumular riqueza entienda para que se le dio la vida) sino el de la empresa, es decir el bien del capital. Y ya hemos visto como acabala cosa cuando manejas un país cual si fuera una empresa.

Está la otra política,  la de a pie, la que cuestiona la decisión, la que inicia en el bien común y termina en el buen vivir. Eso mis queridos amigos y amigas bien puede valer la pena andar muriendo y viviendo en pos de la utopía.

Alejandro Durán Ortega

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