Sobre el meme como unidad mínima de significación.

Hablaba ayer con un amigo sobre lo poco que se lee y me decía que si quería que me leyeran más, tenía que escribir sobre los chismes locales. Que si fulanita dejó a su marido o que si merenganito le pega diario a ella. Me afirmaba, no sin cierta razón, que esos chismes hacen la delicia en las redes sociales y son seguidas y comentadas.  Me temo que no soy ese tipo de escritor, tendríamos que generar una especie de tvynovelas local que se ocupara de ello, aunque creo que en gran medida Facebook ya funciona de esa manera, con la diferencia de que en face todos somos protagonistas en cierto momento dentro de la gran revista.  





Me preguntaba este mismo amigo que por qué escribía a sabiendas que pocos me leen. (A los cuales les mando un abrazo fraterno y agradezco desde ya). La cuestión queridos amigos es que dejar de escribir, no es una opción. A veces lo olvidas y no escribes, pero todos los días estás pensando en ello, a veces te da por hacerlo a diario, pero en todo caso no es fácil librarse del asunto. En fin que he notado una cosa en la que ya muchos se habrán fijado y discutido. La imagen se impuesto a la letra. Las redes sociales se basan en miles de imágenes que a diario nos invaden. El texto se ha reducido a lo más mínimo, la era del meme se ha impuesto.

Un meme básicamente es una imagen que manda un mensaje concreto y regularmente humorístico, irónico o sarcástico. Su efectividad está basada en el uso de pocos elementos y en la interpretación concreta de ellos por parte del observador. Para que sea efectivo, el meme tiene que asegurar que el observador conoce e interpreta rápidamente esos elementos. Podríamos reducirlo entonces a la fórmula “Si A entonces B”. El emisor del mensaje lo sabe y logra de manera extraordinaria generar un mensaje con pocos elementos. El meme funciona en cierto sentido, al igual que lo hace la caricatura política del Fisgón de Huelguera etc.

El meme tiene que asegurarse que signifique con esos pocos elementos, que tenga efectividad, con la menor cantidad de ellos, y en ese sentido el meme es una maravilla, porque logra decir mucho con poco. Es pues la unidad mínima de significación.

La contraparte de este fenómeno, está del otro lado del esquema básico de comunicación. El meme permite generalizar una idea de forma rápida. Para la política electoral esto es una herramienta poderosa, pues puede difamar a cualquiera de manera eficaz y contundente, sospecho que lo contrario es un poco más difícil. El meme funciona además como “jaculatoria” que son oraciones breves y repetidas. Un santo, no recuerdo quién, dijo que las jaculatorias eran miles de pequeñas flechas con intenciones que iban hacia Dios. El meme puede volverse “viral” (ahora que la palabra está de moda en varios sentidos), porque bien hecho, puede ser como miles de pequeñas flechas mandadas hacia uno sólo objetivo.

En el extremo del esquema de comunicación se encuentra el receptor, que recibe esa idea a través del meme, y lo puede compartir, cosa que habla de la eficacia de la herramienta. La cuestión es: hasta dónde el receptor recibe y decodifica el mensaje, hasta dónde opera en él un proceso de reflexión sobre lo visto, me temo queridos amigos, que no sucede mucho esto último. Me parece que esta generación del meme, repite y comparte cosas sin mucha reflexión. El problema no radica en ese compartir, sino en pretender que esta unidad mínima de significación remplaza el juicio crítico. Hace años un estudiante de antropología de la ENAH pretendía fundamentar sus análisis en lo que vio en un programa cómico llamando “Hechos de peluche”, el día de ayer otro pretendió explicarme la teoría marxista a través de lo que vio en un meme… ustedes juzgarán.


Alejandro Durán Ortega

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