Sobre matrimonios que dan miedo.

 En plática amena llevada a cabo en cafetería chilanga, una amiga, argumentaba  que al buscar pareja, o bien elegías una muy parecida a ti, en cuyo caso eras un narcisista o bien buscabas exactamente lo contrario a tu ser, en cuyo caso te considerabas incompleto y buscabas subsanar ese vacío. Recordé sus palabras, mientras leía sobre la unión del PAN, PRD; PRI. Hace años, hubiera jurado que debido a las condiciones intrínsecas de cada partido, dicha unión no se llevaría a cabo de manera formal.


Cierto es que el PRD; ya había dado muestras de ser amante interesada por dinero, desde hace rato, cosa que se expresó en el famoso “Pacto por México”. Pero uno pensaría que la congruencia se hubiera mantenido en forma simulada, cosa que le permitiría al PRD mantenerse fiel a sus principios. Lastimeramente no fue así. Más natural era pensar en la unión PAN – PRI, puesto que ese matrimonio había funcionado desde hace décadas expresada en las cámaras de diputados y senadores, donde el “carro completo priísta” siempre llevaba una “calandria panista al lado”.

De la formalización de este triángulo amoroso se pueden sacar varias conclusiones:

Primera. Dicha unión presupone el olvido de los principios con los que cada partido fue fundado y que en teoría tendrían que ser el motor de su accionar político.

Segunda, derivada de la primera. El interés de esta unión, no es el beneficio del país en función de un plan de largo plazo expresado en dichos principios, (ya que éstos se han abandonado, sospecho desde hace tiempo) ergo, esta coalición no tiene rumbo de país.

Tercera derivada de la segunda. Un país sin rumbo claro, representa un riesgo no para el matrimonio tripartito, sino para los gobernados, incapaces de saber, cuáles son las reglas del juego.

Cuarta y última. Como en todo divorcio y casamiento donde ya hay hijos a cuestas, los que terminan sufriendo son los niños.

Así pues, desde mi óptica personal, dicha unión no representa la unión de muchos mexicanos, sino al contrario, antepone, el interés personal, electoral, económico de los partidos que sólo buscan el poder, antes que la opinión de sus propias bases y mucho menos del pueblo. No nos cofundamos, y pongamos las barbas a remojar…

Alejandro Durán Ortega

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